Si el futuro fuese de verdad para los osados, a José Almarcha le estaría esperando un porvenir casi inabarcable. Ojalá algo de ello suceda, porque no son habituales unos ejercicios tan arriesgados y libérrimos como los que él propone para acercarse al flamenco sin prejuicios, cortapisas ni dogmas imposibles de rebatir.

 

El guitarrista de Tomelloso sabe mucho de lo suyo, conoce los palos y frecuenta a los grandes maestros, pero asume todo ese legado de una música colosal para definir un lenguaje propio en el que no existen los apriorismos y ante el que la ortodoxia solo podrá arrancarse los cabellos o desmayarse. Porque en la marmita del artista ciudadrealeño, que firma en primera persona todas las composiciones, hay también hueco para las guitarras eléctricas, los teclados, unos coros femeninos de vocación etérea, algún pellizco de jazz (casi como quien corrige el punto de sal en el puchero) y hasta devoneos con las enseñanzas del rock sinfónico.

 

El propio diseño de la carpeta, y no digamos ya la tipografía, sirven como augurio. Bien podemos rendir tributo a nuestros mayores y referentes, como es el caso explícito de Manolo Sanlúcar en la soleá Raíz y paloma, pero nuestro protagonista cobra vuelo propio por su cuenta y riesgo, sin detenerse ni en el vértigo propio ni en el qué dirán ajeno. A ratos parece como si Ricardo Pachón y Alan Parsons se hubieran puesto a discutir acaloradamente en la cabina del productor. Hace bien Almarcha, porque uno ha de permitirse ser quien quiere ser. Y su pulso guitarrístico es fuerte y vigoroso, pero lírico. Y muy abierto de miras. Eso, siempre.

 

Todo ello explica que el álbum pueda abrirse con un vuelo rasante por esa Plaza de Santa Ana a la que se colorea casi con los pinceles de las nuevas músicas hasta que irrumpe el genio vocal de la granadina Gema Caballero para agitarlo todo. O que dos voces cualificadísimas y familiares, las de Javier Ruibal y Carmen Linares, se midan en duelo más que amistoso para la preciosa Baladilla de los tres ríos. O que la armónica ubicua, cantarina y preciosa de Antonio Serrano asome por Tiam, la balada con la que José celebra a su hija Lucía. Tiene bagaje el bueno de Almarcha a la altura de este tercer álbum, sobre todo después del crédito obtenido a raíz de su precioso y emotivo Alejandra (2021). Pero tiene también el cuajo para enfrentarse al reto de la guitarra en solitario con la minera Mi refugio y demostrarnos que lo suyo no es mera técnica o virguería, sino legítima incandescencia.

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