No, no creo que este sea exactamente un gran disco. En realidad, puede que José James no rubrique un álbum del todo redondo desde su debut, aquel “The dreamer” (2008) con el que se nos revolucionaron los radares y los ojos giraban en una espiral de chiribitas. Pero me atrae la habilidad de este muchacho para la transmutación, para jugar a convertirse en el gran camaleón de la música negra. Ahí le ven, en portada: no consta ni su nombre ni el título del trabajo, oculta su rostro tras unas gafas de sol, podría ser él u otro porque reconocerle no es tarea sencilla. Venía de grabar un par de años antes un tributo monotemático a Billie Holiday, “Everyday I had the blues”, y en esas que nos salta por peteneras, por este muestrario de rabioso r’n’b contemporáneo, una inyección sorpresiva de chispazos electrónicos, de tecnología al servicio de los chorretones de sudor. A ratos suena prefabricado, sí; a plástico primoroso. A excelencia para el consumo rápido, ahora que todas las paradojas son posibles. Pero también está “Ladies man”, ojo, que habría causado estragos junto a “Uptown funk” en un disco de Mark Ronson. O “Let it fall” y “I’m yours”, dos baladones que son cosa seria. Como James: serio, pero a su aire.