Lo que en algún momento pudo parecer un entretenimiento puntual, las diabluras colaterales de unos buenos colegas de la escena barcelonesa dispuestos a exprimir al máximo sus ratos libres, se ha convertido en un proyecto prioritario, ambicioso y mayúsculo. Después de un par de epés, un buen álbum de presentación (Shaken & stirred, 2021) y alguna canción suelta, este segundo trabajo de la afrocatalana Koko-Jean Davis con sus The Tonics coloca al cuarteto en la primerísima división del rhythm & blues y el soul de reminiscencias clásicas que se practica en la península. Inevitablemente en inglés, con los aullidos del órgano Hammond de Víctor Puertas como rasgo sonoro distintivo y la felina garganta de Davis, que anduvo una década al frente de The Excitements, arrollando con todo.
Todos los implicados acreditan un amplio historial, pero Love child demuestra, frente al carácter aún iniciático de su precedente, que la máquina rebosa ahora de esplendor y grasa. A la hora de evaluar la solvencia, basta con escuchar una barbaridad como Down on my knees, que parece caminar por el sendero de unas guitarras sesenteras y claptonianas hasta que se reconduce hacia el góspel sin que casi sepamos bien cómo. O la irresistible The spin, homenaje y trasunto confeso de The twist, de Chubby Checker, que sirve para incluir con todos los honores el rock de viejísima escuela y hasta unas gotas de surf a la fórmula maestra.
Con todo, es el rhythm and blues de buena planta el que marca la pauta desde ese Love child inicial, acaso con más querencia esta vez hacia el catálogo de referencia de los años setenta, desde Curtis hasta Marvin. Y con un poso en ocasiones virado hacia la conciencia social, el orgullo de clase y la reivindicación a pie de acera que se vuelve evidente en Frank’s zone, retrato de una suerte de “Malcolm X a la barcelonesa” al que no le tiembla el pulso a la hora de presumir de musculatura.
Con la solvencia manifiesta del guitarrista Dani Baraldés (Los Mambo Jambo) y el batería Marc Benaiges, y el organista Puertas llenando todos los flancos y hasta exhibiendo formas magníficas también como cantante (Take me one more time, Holding on to you), todo apuntala a Love child como un álbum diverso, documentado, intenso, panorámico y progresivamente adictivo. El abanico es lo bastante amplio como para acoger desde el blues enfático de I can’t stand you (¡esos abrasadores coros femeninos!) a una balada de tan alto voltaje como Never ever, con la apoteosis de la sección de cuerdas como guinda para el pastel. Desde la festiva y jaranera Gonna be a party tonight a la apoteosis instrumental de You can’t sit down, el refrendo de que la maquinaria resulta trepidante incluso cuando Koko-Jean se toma un respiro. Prepárense para la erupción de esta banda definitivamente envalentonada: Amy Winehouse estaría aplaudiéndolos desde la primera fila.
Geniales, tengo su primer disco y un par de singles. También los he visto en directo un par de veces y son increibles. Un grupazo!
¿”Afrocatalana”? ¿De verdad vamos a importar las etiquetas con las que los estadounidenses maquillan su racismo? Catalana a secas debería ser más que suficiente… a no ser que su color de piel importe a la hora definir a una persona.