En eterna ausencia de los divinos Sharon Jones y Charles Bradley, Lee Fields es nuestro hombre. El de Carolina del Norte se ha erigido, por méritos propios y circunstancias biológicas, en la última gran esperanza de ese retro-soul que revivió algo más de una década atrás, a rebufo de la fascinación multitudinaria que ejercía la irrepetible Amy Winehouse. Sucede que Fields no es exactamente un tapado que haya pisado por vez primera un estudio de grabación ya como sexagenario, sino que su primer registro fonográfico se remonta a 1969, justo medio siglo atrás. Y acontece también que, a diferencia de sus añorados compañeros de estilo y generación, él no parece tanto un artista de los sesenta transplantado al momento actual, sino un hombre de nuestro tiempo con un enorme bagaje histórico. Por eso la hondura de estas interpretaciones suena clásica pero no extemporánea, y de esa manera acontece que baladas tan cálidas y ardorosas como You’re what’s needed in my life no parecen tan solo una transposición de lo que podríamos escuchar en una antología del sello Stax. Al contrario, Fields suena esta vez, y más que nunca, como un artista con ADN propio y no como un simple émulo de James Brown. Ya no necesita tanto el rugido como el engatusamiento, y no son pocas las ocasiones (Wake upBlessed with the best, esa especie de salmo que es Love is the answer) en que las maniobras de seducción hacia el oyente se ven coronadas por un éxito clamoroso. Le echaremos buena parte de la culpa, por lo que sospechamos, a Leon Michaels, líder de los Expressions y productor del álbum: observen el dominio de metales, coros y guitarras en Will I get off easy y derrítanse. Ah, y estaremos pendientes en sucesivos créditos y entregas de un tipo llamado Nick Movshon, responsable en Love prisonerTwo faces de dos de las mejores líneas de lo que llevamos de temporada.

 

 

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