Los discos de versiones de (la excelsa) Lucinda Williams surgieron por puro accidente, como un entretenimiento para matar el tiempo y alegrarle la vida al personal durante lo más angustioso de la pandemia, pero han acabado afianzándose como una tradición arraigada y francamente adictiva. Y después de haberle dedicado volúmenes monográficos a Dylan, los Stones o Tom Petty, a la altura ya de la séptima entrega de la serie, no podía demorarse más esta reverencia musical ante los más grandes de entre los grandes. Un homenaje materializado, además, en los estudios frente al paso de cebra más célebre del planeta, por aquello de darle más solemnidad y legitimidad a un tributo que, como no podía ser de otro modo, es disfrutón y suena como un cañonazo.
Este Lucinda Williams sings The Beatles from Abbey Road se convierte de lejos en el volumen más concienzudo y elaborado de esa colección que nuestra ilustrísima dama de Lake Charles ha dado en denominar Lu’s jukebox y que respeta siempre la sacrosanta premisa de que las tomas tienen lugar en riguroso directo, con todos los músicos tocando a la vez desde el estudio de turno. El escenario en este caso no podía ser otro que el otrora cuartel general de la EMI en el Gran Londres, solo que se escogió el estudio 2 para que los músicos sintieran un contacto más estrecho y propiciaran una grabación más cálida y apelmazada. Y eso es sin duda lo mejor de este pasatiempo sabroso y finalmente irresistible: la sensación vivísima de colarse en la sala donde una añeja, rocosa y refulgente banda de rock rompe a crepitar y propicia un erizado general de cabellos.
La mítica estrella de Luisiana ha superado la condición de septuagenaria, sufrió un infarto en 2020 que le dejó secuelas en el brazo izquierdo (y le impide tocar la guitarra) y parece firmemente dispuesta a no desaprovechar ni un minuto de su tiempo. Por eso, tras retomar su cancionero propio con Stories from a rock n roll heart (2023), no tardó en regresar a su peculiar jukebox contratando dos exiguas jornadas de trabajo en Abbey Road y escogiendo de entre las cerca de 210 canciones del catálogo beatlemaníaco las 12 con las que se sentía más identificada. La selección es, cómo no, sabrosa y elocuente: vira hacia el lado más tosco, rudo y rockero de los de Liverpool, con aproximaciones deliciosas a Don’t let me down, I’ve got a feeling, I’m so tired o una sensacional lectura de Yer blues, perla perdida de Lennon para el Álbum blanco y con seguridad uno de los títulos menos recreados del cuarteto. Pero Lucinda se siente en su salsa en tal contexto, igual que cuando les toca el turno a While my guitar gently weeps o esa eterna candidata a mejor cara B de la historia: Rain.
Williams ha agudizado con los años su timbre áspero y monocorde, como de hipnosis prolongada, y aquí lo dulcifica con las robustas segundas voces de Siobhan M. Kennedy y, sobre todo, con el efecto vivificante de una banda en la que compiten dos guitarristas (Marc Ford y Doug Pettibone: pocas bromas) junto a los gemidos del órgano Hammond de Richard Causon, la mejor proteína en todo este menú clásico, calórico y muy bien salpimentado. Sobre todo porque la autora de Car wheels on a gravel road no incurre en la tentación de desvirtuar las melodías ni las estructuras, con lo que todo suena rigurosamente familiar e instantáneo; pero sí apuesta por una actitud más rugosa y enrabietada, un punto garajero que se vuelve envolvente y delicioso.
Ha contado Lucinda que descubrió la música de los Beatles por vez primera en 1963, cuando era una chiquilla de 10 añitos y residía en Santiago de Chile, y que desde el primer momento se sintió interpelada y abducida por aquellas cuatro irreverentes criaturas de melenita lacia. Pero lo más entrañable, más allá del chispazo eléctrico del rock primigenio, pasa por descubrir que su canción favorita de los fab four es una de las más sentimentales y melancólicas, The long and winding road, que cierra este homenaje con un velo de reposo, gravedad y hondura que solo puede obtenerse después de un buen puñado de años como habitante del planeta. Larga vida, maestra Williams.