Seis años son demasiados para este mundo acelerado y demandante en el que nos movemos, pero la propia demora desde aquel delicioso Can you really find me (2019) denota que el cuarteto de Minneapolis quiere apearse del frenesí enfermizo de nuestros días y moverse a partir de otros parámetros. Por lo pronto, los estilísticos: cumplimos el primer cuarto de siglo, pero ese geniecillo torturado que responde al nombre de John Pelant sigue anclado a sus más firmes referentes de los setenta y los noventa, y ante todo refrenda esa vieja sensación de que nos encontramos ante una versión masculina de la voz de Stevie Nicks, tanto en el fraseo como en esa manera de prolongar las vocales. Escuchen de qué manera da cuerpo a ese insistente «You can ring my bell, honey, anything you need» en uno de los cortes más adictivos del álbum (nada que ver con el clásico de Anita Ward, evidentemente) si quieren acabar de persuadirse al respecto.

Ring my bell es uno de los evidentes reclamos para Double life, igual que el caleidoscópico y muy pegadizo Hold on to tonight, una elección casi obligada como primer sencillo, pero la escritura de Pelant se ha vuelto cada vez más autoexigente y reflexiva. Bajo la producción de un gurú indie como Jarvis Taveniere (Woods, Vivian Girls o el encantador Plaza, de Quilt), que sustituye tras la mesa de grabación al batería de Spoon Jim Eno, el cuarteto afila sus contenidos con toda esa carga de gravedad que conlleva la madurez y la vida adulta, pero suaviza el envoltorio incrementando el peso de unos sintetizadores amables pero intensos que nos arropan durante los 40 minutos de la función. Y avala su apuesta por los contenidos agridulces desde el corte inicial, Trying to steal a smile, una proclama de resiliencia que se sigue con el balanceo tenue de los tiempos medios y la certeza de que si el synth-pop se hermanase con la psicodelia resultaría algo muy parecido a esto.

Apela el bueno de John Pelant al influjo del viejo mito campestre Glen Campbell, una afirmación a la que solo le podemos encontrar cierta verosimilitud en la enternecedora White liquor, con sus guitarras acústicas, armónica y pedal steel. Pero el conjunto siempre se escora más hacia lo urbano y lo noctámbulo (This time tomorrow), con apelaciones en todo caso a aquel soft rock que nombres como Boz Scaggs o Robbie Dupree practicaban antes incluso de que los papás de Pelant se conocieran. Por todo ello, Double life tiene algo de anacrónico y mucho más aún de adorable. Es el disco para ponerle banda sonora a un verano de la mediana edad; uno de esos periodos estivales en los que ya sabemos que ni la vida ni la felicidad son valores inalterables y eternos.

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