Para aquellos a los que el nombre de Oum Kalsoum no les resulte en absoluto familiar –una posibilidad cuando menos plausible–, vaya de antemano una advertencia: estamos hablando de una mujer que llegó a despachar la cifra inaudita de 80 millones de discos a lo largo de su extensísima trayectoria. Y otro aviso preliminar, puestos a allanarles el camino a quienes deseen rastrear la historia fabulosa de esta heroína egipcia: la transcripción de su nombre es endiablada y podemos encontrárnosla como Umm Kulthum, Umm Kalzum, Om Kalsoum y unas cuantas combinaciones fonéticas más. Pero hablamos no ya solo de un emblema nacional egipcio, sino de un espejo de la liberación de la mujer en el mundo árabe y una figura adelantadísima a su tiempo. Inevitable, de paso, que en torno a ella florezcan leyendas alimentadas por el misterio, puesto que son muchos los detalles que desconocemos sobre su vida y circunstancias.
Ni siquiera existe consenso en torno a la fecha de nacimiento de Kalsoum, que algunos sitúan ya en el siglo XX pero que pudiera remontarse hasta 1898. Sí es seguro que la suya fue una carrera extraordinariamente precoz, puesto que su padre, Ibrahim, era imán y la introdujo desde muy pequeña en el canto del Corán en su villa natal de Tamay e-Zahayra (Delta del Nilo). Falleció el 2 de enero de 1975 y hemos de pensar en una trayectoria profesional de no menos de seis décadas, pero la triple antología que ahora nos ocupa se centra en sus primeras grabaciones profesionales, datadas hace casi un siglo en los tiempos en que la fichó Gramophone Records y anteriores a sus posteriores etapas en Odeon y en His Master’s Voice, las más internacionales y populares. Así que nos encontramos ante un legado de valor casi arqueológico y, desde luego, muy valioso, pero de apariencia áspera para unos oídos occidentales por lo general poco acostumbrados a estos cánticos espirituales.
¿Merece la pena el esfuerzo? ¡Sin duda! A Umm se la popularizó con el sobrenombre de El Astro de Oriente, como bien refleja el título de esta recopilación, y una denominación tan sonora y solemne no puede ser fruto de una mera casualidad hiperbólica. Kalsoum manejaba el tempo, la intensidad y hasta los silencios, y su manera serena pero muy emotiva a la hora de abordar las piezas la convierte en una intérprete muy conmovedora. Y siempre muy consciente de la importancia de los escuderos: ya desde estos años jóvenes empezó a vincularse con Ahmed Rani, el hombre que acabaría componiéndole cerca de un centenar de canciones, igual que Mohamed El Qasabji se convertiría ya en aquellos (felices) años veinte en su acompañante de oud, el tradicional laúd árabe, hasta el final de sus días.
Las 35 piezas agrupadas en estos tres cedés nos adentran en un periodo ignoto, remotísimo y fascinante, un tiempo en que los discos se grababan a 78 revoluciones por minuto y las interpretaciones habían de partirse por la mitad para repartirlas entre la cara A y la cara B, ya que en cada lado de la pizarra cabían menos de cuatro minutos de música. La entrega de la factoría francesa Frémeaux & Associes (tan activa siempre en la búsqueda de colosales rarezas antiquísimas) ha restaurado todas las interpretaciones, que en la inmensa mayoría de los casos oscilan entre los seis y los ocho minutos, fusionando ambas partes y recuperando así las versiones íntegras originales. Los editores han conservado, eso sí, las curiosas presentaciones de cada tema por parte de una voz masculina que anuncia cada título con entonación solemne.
Nadie se tomó la molestia en su día de datar las sesiones de grabación, de las que hemos conservado el año en el mejor de los casos. Pero este triple álbum asombrará, cual piedra Rosetta, a quienes quieran adentrarse en el embrujo de la música popular egipcia cuando esta no pensaba en estrategias internacionales de mercadotecnia y, por supuesto, a nadie se le había pasado por la imaginación la etiqueta de world music. A partir de estos registros rudos y casi seculares, pero encantadores, podemos indagar en el perfil poderosísimo de una mujer que acabaría siendo aclamada como una heroína en tiempos del presidente Nasser (que en 1956 la eligió para cantar en todas las radios del país en la celebración de la nacionalización del canal de Suez) y cuya muerte, a los setenta y tantos años (imposible precisar más), desató la consternación nacional. Más de cuatro millones de egipcios se echaron a la calle en aquel enero de hace 49 años para dar a Oum la última y más calurosa de las despedidas.
No te lo vas a creer, pero yo tengo un viejo elepé en vinilo de esta señora.
¡Pues qué maravilla! Me lo tendré que creer, claro que sí 😉
Impresiónate Fernando.!
Gracias.