Incluso aunque desconociéramos por completo el nombre y los antecedentes biográficos de Peter Perrett, es casi imposible no sentirse interpelado de manera directa y personal cuando nos enfrentamos a la mirada inexistente de este hombre que se agazapa siempre detrás de las gafas oscuras, solo parece concebir el blanco y negro en el ámbito de la exposición visual y logra transmitir y proyectarnos su propia inquietud aun desde la sobriedad de su gesto adusto y hierático, más allá de la levísima inclinación de cabeza hacia su derecha. Puede que no entren unas ganas incontrolables de amigarnos cuando nuestro interlocutor se solaza tan abiertamente en el misterio y la parquedad de palabras, pero luego resulta que esta nueva encarnación del Hombre de Negro guardaba las suficientes andanadas como para suministrarnos 20 píldoras musicales amargas y cafeínicas. Casi 70 minutos de exploración sonora junto a un caballero que no alardea, aunque pudiera, de haberlo vivido (casi) todo.
Muchos conocerán a estas alturas el contexto. Perrett lideró a finales de los setenta los fabulosos y efímeros The Only Ones, legó para la historia el himno Another girl, another planet y, tras la turbia disolución de la banda (que le dejó en la cuneta, en el más literal de los sentidos), se afanó durante las siguientes décadas en la espiral endemoniada de la autodestrucción. Y como el hecho mismo de que siga entre nosotros constituye un milagro, su resurrección artística a través del sello Domino, que en 2017 le persuadió para que se estrenase en solitario con How the west was won, es una bendición. Pero ese proceso de redención sanadora alcanza ahora su culmen con este tercer disco extensísimo en el que, frente a lo que pudiéramos sospechar, no sobra casi nada. Porque Peter logra que cada una de estas 20 canciones constituya un relato diferenciado, inspirador y dotado de aliento propio.
Perrett ha agudizado la rugosidad de esa voz turbia, áspera como una lija, incómoda para los amantes de la belleza prístina pero necesaria en un mundo que perdió hace ya demasiado tiempo a Lou Reed y no escucha todo lo que debiera a Elliott Murphy. El redivivo creador londinense comienza con I wanna go with dignity enarbolando un discurso casi elegíaco, pero The cleansing es, ante todo, el testimonio esperanzado de un tipo que casi no puede dar crédito al hecho de seguir vivo y se ve en la necesidad de expresar su gratitud y la reformulación vital que propicia su nueva condición de hombre –pese a todo– esperanzado. La vis más ácida y vitriólica aflora aquí o allá, desde Kill a Franco spy a la memorable Secret taliban wife, pero a un superviviente no le tiembla la voz casi con nada, ni siquiera a la hora de formular el amor. Y es esa faceta, la de enamorado agradecido con su pareja y las segundas y hasta terceras oportunidades de la existencia, la que engrandece confesiones tan bellas como Fountain of you o There for you.
Peter ya nunca quiere volver a estar solo, y la alineación misma que ha conseguido reunir para esta obra magna es la de un dream team insólito para un artista tan soterrado como él: además de sus hijos, Jamie y Peter Jr., aquí le escoltan nada menos que Johnny Marr (The Smiths), Bobbie Gillespie (Primal Scream), Douglas Hart (The Jesus and Mary Chain), Carlos O’Connell (Fontaines D.C.) o Alice Go (Dream Wife), entre otros. Y el resultado es una obra áspera pero poética y, sobre todo, extrañamente cálida y accesible. Entrañable desde su propia fiereza y el irrenunciable compromiso con la honestidad.
En el insólito escenario de la perdurabilidad, Perrett opera a pecho descubierto y emociona con un discurso sincero y vulnerable, pero también vitamínico. Su post-punk de alta escuela no deja margen a florituras, y sin embargo suena melódico y adictivo; alentador e inusitadamente variado a lo largo de esta hora y pico de confesiones sin miramientos. The cleansing es una sorpresa, pero además, y sobre todo, una lección de sabiduría y pundonor.
Se ha reinventado el bueno de Peter Perrett. Es una delicia este disco de digestión lenta, al final todo un torrente de luz musical. Saludos!!!!!
“De digestión lenta”. ¡Muy gráfica explicación, sí señor! Y muy de acuerdo con ella, Carlos. Gracias por escribir.