En su día puede que nos costara tiempo reparar en la relevancia de The Cardigans, quizá porque los suecos irrumpieron con su propuesta de pop prístino, adictivo y envolvente en un periodo en el que solo parecía haber ojos para toda aquella marejada de tormentos, seísmos emocionales y guitarras torturadas que propugnaban las huestes del grunge. Ahora que llevamos 18 años sin noticias de ellos, ni motivos aparentes para esperanzarnos con alguna eventual reactivación, echamos la vista atrás y caemos en la cuenta de que los echamos muchos de menos. Y recibimos cual maná esta lluvia de 36 cortes que podemos englobar bajo el epígrafe de rarezas, puesto que se nutren de caras B, tomas alternativas, piezas para bandas sonoras, singles que no se incorporaron a ningún elepé y demás grabaciones colaterales. Quien de antemano dé por hecho que nos encontramos ante meras curiosidades solo aptas para los seguidores acérrimos estará errando el tiro: a lo que se ve, el tarro de las esencias estuvo abierto a tiempo completo en aquellos tres lustros mágicos por las remotas tierras de Jonkoping.
Pensar en las huestes de Nina Persson como un territorio propicio para la sacarina es no entender nada sobre la sagacidad de esta banda, que además hubo de lidiar con los prejuicios geográficos: compartiendo pasaporte con ABBA o Roxette, era fácil pensar que nos encontraríamos con una banda tan predispuesta a lo brillante como a lo abiertamente hortera. Pero el trabajo meticuloso que se desprende de estos cortes teóricamente circunstanciales lo desmiente: Persson y Peter Svensson, coautores de casi todo, disponían de suficiente munición en la libreta como para reservarse joyas con destino a ediciones especiales, películas y demás emplazamientos adyacentes a la discografía oficial. Y eso siguió siendo así incluso en la última etapa del grupo, cuando ya no abundaban los zambombazos populares que llegaron a ser Lovefool (1996) o My favourite game (1998). Por ejemplo, (If you were) less like me, relegada en 2006 a cara B de single, merece figurar entre lo más épico y redondo del quinteto, igual que es admirable la emotiva solemnidad de Slowdown town, que en 2005 se difuminó en una edición japonesa.
La solvencia y singularidad de las versiones refrenda la percepción de banda muy grande y engrasada, incluso desde la bisoñez del acercamiento en 1995 a The boys are back in town (Thin Lizzy) y hasta la muy madura ocurrencia de abordar en 2003 Das model, de Kraftwerk. La minuciosidad queda refrendada por las versiones alternativas: la transformación de la exuberante Carnival en una balada folk a la manera de Kings of Convenience y con voz masculina para una cara B de single en 1995 es fabulosa, mientras que el primer acercamiento a Losers (1996) se antoja tierno, mimoso y encantador con sus cenefas de trompeta y trombón.
No, esto no le sirve solo a los más devotos de la congregación. Incluso entre los neófitos hay aquí argumentos como para provocar una lluvia de nuevas vocaciones. En realidad, solo cabe sorprenderse de la extrañísima decisión de convertir este doble disco de libro en dos volúmenes independientes, una presentación incomprensible por tradición fonográfica y tipo de contenidos. Y advertir asimismo que los 15 minutos con versiones encadenadas de los éxitos de la banda interpretados a piano solo (Cocktail party bloody cocktail party) están muy bien colocados justo al final del volumen 1, porque, en su condición de pura música ambiental, podemos retirar antes el cedé del lector sin el menor remordimiento de conciencia.
Viva The Cardigans!!