Lo de Rambalaya ha pasado de ser un empeño encomiable a una cosa muy seria. Anton Jarl, ese batería, productor e instigador de todas las operaciones, sigue ejerciendo como ideólogo y firmante más recurrente en esta tercera entrega, pero el septeto parece cada vez más persuadido de que su arquitectura sonora no merece restricciones ni fronteras. Y suena con poso añejo e incendiario, con crepitar analógico y el íntimo convencimiento de que sus canciones acabarán disfrutando del premio más preciado y duradero: el de la atemporalidad. Porque Rambalaya es una banda de soul y rhythm & blues que suena añeja y a la par estimulante, que carga las pilas con un ímpetu romántico y huracanado. Y que, por si fuera poco, dispone en la voz de Jonathan Herrero de un tesoro sin apenas parangón, porque el muchacho acaba abrumando con sus aires de Roy Orbison vigoroso y redivivo.
El ensanchamiento estilístico hace de Plays for the brokenhearted una experiencia a ratos apabullante, de ambición inesperada y desparpajo insólito sobre suelo peninsular. Take your own advice abre boca con solemnidad de campanas y metales vanmorrisonianos, pero la pompa y circunstancia no tardan en emerger en la abrumadora Shadow, balada a fuego lento con coros de góspel y embellecimiento de cuerdas que evoca el poso mayestático que Elvis imponía cada vez que se aprestaba a poner los puntos sobre las íes.
Las apelaciones al monarca Presley también afloran en Last train home, pero el apego por lo retro alcanza su apoteosis en Because of you, donde la garganta de Herrero entra en ebullición y los grandes momentos de melodrama y afectación sentimental remiten directamente, sí, a la herencia de Orbison. Y puestos a suspirar por todo lo bueno de los sesenta, nuestros siete hombres de negro renuevan la fe en el soul negroide y grasiento con Telephone o Buzzing alarm, pero también son capaces de sorprender con una balada tan afortunadísima como Under a jaded sky: sentimental, sentida y con ese deje acústico que tan bien les sentaba a chicos melosos como James Morrison o, más específicamente, el irlandés Brian Kennedy. Por refrendar, con las mismas, los ya mencionados guiños a Van Morrison.