Casi como quien no quiere la cosa, sin apenas proponérselo, Rumer aparece de puntillas por una esquinita del panorama internacional para obsequiarnos por sorpresa uno de los discos más cándidos, adorables y rematadamente hermosos de estas primeras semanas de 2025. Todo es inesperado en In session, un álbum sin pretensiones, de apariencia menor, que nace de una colaboración espontánea con la Funkestra del bajista de origen australiano Stefan Redtenbacher y acaba convirtiéndose en un estallido de belleza, tersura y buen gusto en el que no hay aditamentos ni afeites. Solo un pequeño puñado de canciones colosales y el amor por el oficio de unos músicos tan compenetrados como para darse el gustazo de registrar el álbum tocando todos juntos en el estudio de grabación.

 

Sarah Joyce, la británica nacida en Pakistán que se esconde bajo el epígrafe de Rumer, echó a andar hace ahora justo tres décadas con aquel Seasons of my soul (2010) con el que su multinacional creyó encontrar a la nueva estrella del pop melódico y vintage, una especie de Dusty Springfield atribulada para seguir creyendo en el amor en pleno siglo XXI. Ya entonces Rumer cantaba muy bien y escribía páginas preciosas, pero con los años su estilo se ha vuelto más profundo, refinado y natural, a la vez que ella se desentendía de las grandes factorías fonográficas y emprendía camino por cuenta propia. Y así, hasta llegar a este sexto elepé que, en realidad, es un pequeño compendio de sus canciones favoritas propias, pero revisadas en el amor y buena compañía de Redtenbacher y amigos, unos tipos que por su cuenta manufacturan rock instrumental futurista y que aquí consiguen arropar a Sarah como el absoluto tesoro en el que se ha convertido.

 

A Joyce la vieron desde el primer momento como una versión actualizada de la desdichada Karen Carpenter, voz al frente durante los años setenta de los prístinos y fraternales The Carpenters. El tiempo no ha hecho sino fortalecer el diagnóstico, con pinceladas de Carole King (¿se puede pedir más?) y unos arreglos que, con los Funkestra de por medio, se aproxima a los elepés clásicos de Daryl Hall y John Oates. De ahí que la ambientación de Dangerous pueda recordar a She’s gone y que el envoltorio de teclados sea siempre una virguería, teniendo en cuenta que la banda alterna el órgano Hammond con el Rhodes y algo de Wurlitzer. Lo mejor de cada casa.

 

El resultado hace las veces de un improvisado grandes éxitos con nuevos arreglos para celebrar la ocasión. Tanto los siete originales como las dos versiones (It could be the day, de Richie Havens, y The fate of fireflies, por Hugh Prestwood) ya sobresalían en los álbumes previos de Rumer, pero aquí ganan cuerpo, presencia, calidez, grosor en su primoroso envoltorio de terciopelo. La nueva Aretha, por ejemplo, con sus rotundos coros femeninos, se vuelve gloriosa. Igual que Am I forgiven, que firmaría el mismísimo Burt Bacharach con los ojos cerrados. Ese es el nivel.

 

 

3 Replies to “Rumer: “In session (with Redtenbacher’s Funkestra)” (2025)”

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