Abrir un álbum con aquel “Handle with care” de los Travelling Wilburys, una de las canciones más jodidamente bonitas del último milenio, es lo que se dice jugar sobre seguro. Este disco tiene mucho de eso, sin duda: se asienta en una plácida zona de confort, evita cualquier sobresalto y discurre como cabría esperar: en un suspiro. Pero es, simple y llanamente, una preciosidad. No podemos esperar una revolución cada mañana ni un dinamitero vocacional en cada tipo que se coloca una guitarra en ristre. Estas dos viejas y deliciosas glorias lo tienen claro, a estas alturas, así que se conforman con entregarnos un puñado delicioso de canciones. Solo eso: como si fuera bien poquita cosa. Un puñado delicioso, sí, 40 minutos tan fugaces que solo entran ganas de regresar a ellos como quien retorna al abrazo de un amigo o un viejo amor. Es el caso, de hecho. Stephen Stills y Judy Collins fueron efímera pareja medio siglo atrás, ya llovió; de hecho ella inspiró la prodigiosa “Suite: Judy blue eyes” con la que Crosby Stills & Nash asentaron su magisterio en el álbum de debut. “Everybody knows” es ahora el reencuentro paritario de dos cómplices incondicionales que deciden brindar por la vida y por la belleza. Hay cinco versiones, todas de temas conocidísimos, pero… ¿quién puede dejar de estremecerse con Who knows where the time goes? Y cinco originales, tres de él y dos de ella. Entre los primeros, claro, “Judy”. Y entre los segundos, ese “Houses” lírico, ultrapoético, lindísimo. No pasará a los anales este disco, porque tampoco lo pretende. Se conforma tan solo con quedarse en nuestros corazones.