Estas “Canciones para un planeta nervioso” (qué buen título, caramba) sirven para culminar una concatenación de circunstancias tan improbables como, en último extremo, francamente felices. Nadie esperaba hace un par de temporadas el regreso de Tears for Fears después de un silencio de 17 años, y menos aún que aquel The tipping point (2022) fuese un álbum tan brillante y exento de apelaciones a la mera nostalgia. Pero tampoco podíamos prever que el siguiente paso conjunto de Roland Orzabal y Curt Smith fuese la grabación del consabido doble álbum en directo, una opción tan clásica y canónica como, a priori, alejada de las prioridades de una banda de pop con sintetizadores a la que se le supone siempre mayor querencia por el trabajo de laboratorio en petit comité que por los baños de masas. Pues bien, estos dos ya sexagenarios caballeros se conceden el gustazo de reivindicarse no solo como grandes compositores de pop grandioso, sino también como intérpretes espléndidos y lo bastante carismáticos para embelesar a muchas miles de almas de manera simultánea, una circunstancia de la que la versión audiovisual deja pruebas elocuentes.

 

Hay en el propio desarrollo de Songs for a nervous planet mucho de autoafirmación y orgullo por parte de dos artistas que eclosionaron en aquella década de los ochenta tan propicia para barroquismos y producciones excesivas. El pop electrónico parece siempre menos propicio que el guitarrero a la hora de inmortalizar comparecencias en vivo, pero Depeche Mode han entregado discos en directo hasta la extenuación y ahora Orzabal y Smith se han animado a publicar por vez primera sus evoluciones sobre el escenario y reconocer que este disco “llevaba 40 años en proceso de gestación”, justo los que acredita la banda desde su ya deslumbrante debut con The hurting, en 1983. Y que nadie peque de escéptico: los Fears abren fuego ante la multitud con dos de sus joyas más recientes, No small thing y The tipping point, y el efecto es convincente y hasta abrumador.

 

La velada transcurre en el FirstBank Amphitheater de Graystone Quarry (Franklin, Tennessee), aunque no conste en los créditos, y los cinco músicos y tres coristas son suficientes para preservar ese músculo grandioso pero melódico y con querencia por el soul de ojos azules y, claro, la herencia de los Beatles, un doble ascendente que confluye en la excepcional y poco divulgada Secret world (de Everybody loves a happy ending, 2004), que desliza una cita de Let ’em in, de los Wings. Los 18 cortes ante la multitud sirven de repaso urgente a los grandes clasicazos, de Pale shelter a Everybody wants to rule the world, Shout (que sirve como fin de fiesta, a pleno pulmón) o la fascinante Sowing the seeds of love, otra vez muy mccartiana, y quizá la más pletórica y mejor resuelta de todo el menú. Pero la representación de The tipping point es abundantísima, para disgusto de prejuiciosos y meros melancólicos. Y entre los rescates destacan los más añejos, como Suffer the children, primerísimo single del tándem, o aquel Change de rítmica trepidante que también obtuvo plaza en el elepé de debut.

 

Queda por mencionar, claro, el ingrediente más novedoso de la entrega y también el más atípico, porque este doble elepé en directo se abre con cuatro cortes nuevos en estudio, casi a la manera de EP que prologa y sirve de señuelo y cortesía de la casa. Las cuatro canciones son tan buenas como difíciles de guardar en la memoria, con The girl that I call home apuntando a las directrices de Songs from the big chair (1985), Emily said muy en la órbita de The seeds of love (1989) y Astronaut como el mejor ejemplo de que la escritura de Orzabal se ha vuelto con los años cada vez más alambicada y sustantiva. Una suerte, la verdad, tenerlos con tan buena predisposición a seguir alegrándonos la vida.

One Reply to “Tears for Fears: “Songs for a nervous planet” (2024)”

  1. Muchas gracias por la reseña. La verdad que leyendo disco en directo de Tears for fears me imaginaba obligación contractual más que impulso creativo. Pero claro, Smith y Orzabal jamás publican nada que no sea excelente, y me pongo a escucharlo ahora mismo. Tampoco es su primer disco en directo, pero la novedad de meter cuatro en estudio me parece muy interesante.
    The tipping point me parece su mejor disco, no el más comercial (Big chair) o disfrutable (Seeds of love) o sorprendente (Hurting) a ver esta colección qué presenta.

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