Cosas que pueden suceder en las superbandas, donde la correlación de fuerzas suele ser horizontal y las colisiones de egos y pareceres, más propias de la física nuclear. Transatlantic es quizá la formación más rocosa e hiperbólica con la que cuentan las huestes del rock progresivo en la actualidad, y jamás pensarán con criterios de austeridad y contención a la hora de entrar en el estudio. Pero las discusiones internas a la hora de perfilar este gigantesco quinto álbum debieron der ser tan colosales como su propio universo de sonidos.

 

¿Consecuencia? Ha acabado por darse una circunstancia absolutamente insólita. The absolute universe nace en doble versión, una más prudente y contenida de 60 minutos para quienes abogaban por un álbum sencillo (se subtitula The breath of life) y esta otra de una hora y 32 minutos para los que consideraban que el trabajo merecía dimensiones duplicadas. Ojo, lo más asombroso es que el disco abreviado no es una selección del extenso, sino que los cortes presentan versiones distintas, y a veces muy distantes, en ambos casos.

 

Un lío, sí. Y puede que también un delirio. Pero así rigen las cabezas impetuosas en una banda que siempre aspira a resultar más grandiosa de lo que ya lleva siendo en estas ya dos décadas de operaciones. Nosotros, ya puestos, nos decantamos por la versión más prolongada de este Universo absoluto. Y la experiencia es, sin duda, ampulosa. Pero también (muy) excitante.

 

Hay que manejar los códigos del género, desde luego, y a quienes no estén familiarizados con esa solemnidad catedralicia le costará la primera aproximación. Y más con el concepto integral que rige aquí: los cortes entrelazados, los desarrollos imperiales. Pero el diseño de las voces en Transatlantic es más afable y coral de lo que suele estilarse en el sector. Y eso propicia sorpresas. El canon de voces en fuga para The greatest story never ends recuerda a los mismísimos Yes en la era de Close to the edge. Pero Solitude parece finalizar con una cita de Mirrors, de Sally Oldfield. Y la refrescante y muy poco progresiva Rainbow sky deja al margen la parafernalia para adoptar una pose de power pop californiano que habría encajado sin ningún problema en cualquier disco de Jellyfish.

 

Es fácil acabar encariñándose de esta banda plural (estadounidense, británica, sueca), con Neal Morse, Mike Portnoy, Roine Stolt y Peter Trewavas en permanente equilibrio inestable. Esta versión íntegra de The absolute universe es, en efecto, absoluta. O absolutista. Pero también lo mejor que les podía y nos podía haber pasado.

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