Hace ahora cuatro años, cuando en plena apocalipsis pandémica alertaron a Matt Johnson de una afección en la garganta, el hombre que desde hace cuatro décadas firma sus álbumes como The The se desasosegó ante la posibilidad de que una intervención quirúrgica le modificara su característico timbre de voz, siempre grave y ligeramente áspero. Pero los doctores aclararon a su paciente que la disyuntiva era otra: no estaban en juego los matices en torno a su herramienta de trabajo, sino detener a tiempo una amenaza real de muerte. El monumental susto hizo las veces de acicate y sacudida artística, porque nada como las experiencias trascendentales para alimentar los impulsos creativos. Y así es que hoy, superados los sobresaltos, podamos congratularnos de que nuestro viejo e indómito amigo londinense haya regresado al redil del estudio de grabación después de 24 años sin alegrarnos la vida, desde el ya remoto NakedSelf (2000). Y de que este resurgir corrobore su rabiosa singularidad como un autor ácido, profundo y adictivo, más allá de que Ensoulment no aporte novedades sustanciales al catálogo.
A lo largo de su extensísimo letargo, es probable que el autor de This is the day (el insólito e involuntario one hit wonder de un hombre nada homologable para las radiofórmulas) asumiera que las cotas de sus álbumes clásicos, en particular Soul mining (1983), Mind bomb (1988) y el aún más formidable Dusk (1993) eran del todo inalcanzables, lo que explicaría su escasa predisposición por volver a las andadas. Pero la inyección de vitalidad que supone ganarle un match ball a la parca se traduce en 12 canciones a las que es difícil ponerles peros. Salvo uno: ni sorprenden ni superan lo ya conocido con antelación.
Johnson sigue inmerso en ese fascinante hábitat propio que integra rock alternativo, post-punk, un cierto deje jazzístico (Down by the frozen river, de voz abisal) y unas poquitas gotas de electrónica hasta lograr una mezcla tan personal y característica que se vuelve muy resbaladizo a efectos de etiquetado. Hay momentos de mayor intensidad rítmica, como con esa base rítmica vivaz que marca la pauta en el tema de apertura, Cognitive dissident, pero lo más habitual es que el metrónomo adopte una dinámica más adecuada para un discurso circunspecto. Y que Matt apure la franja más grave de su tesitura, hasta bordear el recitado en las estrofas consecutivas de Zen & the art of dating, Kissing the ring of POTUS o Life after life, o recordar a Tom Waits en más de un momento y de dos.
Esa profundidad reflexiva es lo más característico en una entrega de mirada rebelde, crítica y hasta algo alucinada, aunque la sucesión de tiempos medios propicia una cierta sensación uniforme que no le sienta bien al disco en términos globales. Pero el magisterio está presente casi en cada compás, y muy en especial en la mercurial balada I want to wake up with you y en la sentidísima Where do we go when we die?, que Johnson dedica a la memoria de su recién fallecido padre. Al final, y por muchas cosas que puedan decirse sobre este mundo desquiciado, nada como la mirada interior para conmover desde lo más hondo.
Soy fan de the the desde el 93 año en el que compré por una reseña en la prensa el álbum Dusk. Me pareció una maravilla total y compré poco después toda su discografía . Luego salió el homenaje a Hank Williams , Hanky Panky, y naked self. Este disco me parece muy bueno tb. Las letras son buenísimas , y la voz y música mágica. Hace unos días asistí a un concierto en directo. Uno de mis sueños de juventud. Matt Johnson pidió que no se grabaran vídeos y simplemente se disfrutara. Fue una revelación tb, asistir a un concierto donde no se ve móviles sino la cara de la gente a tu alrededor disfrutando .
Yo no le he visto nunca en directo. Ojalá tenga ocasión de hacerlo más pronto que tarde. ¡Gracias por escribir!