¿”Nuevo pop”? ¿Así, sin más? Una etiqueta tan parca y precaria, tan deficiente en su misma formulación, solo puede acotarse por descarte, por lo que no es. Y la marca, una ocurrencia salida de las páginas del NME (de dónde, si no), solo servía para agrupar a aquellas nuevas bandas británicas que se sacudían las directrices del punk, que llevaba un par de temporadas arrasando con todo (y en todas las acepciones). En España nos enganchamos enseguida al banderín de los “nuevos románticos”, pero lo del “nuevo pop” tiraba de largo en su radio de acción. “Todo lo que no fuera rockero: machos con guitarras y esas cosas”, resume con ironía propia de sus latitudes John Reed, el autor de los apuntes que aderezan esta colección. Unas notas adictivas, y con escala canción por canción, como es (saludable) costumbre en las entregas exploratorias de Cherry Red Records, una de las más indispensables factorías en el arte de la documentación sonora. Sus lanzamientos nos adelgazan los bolsillos, pero nunca formularemos agradecimiento suficiente por lo que enriquecen nuestras estanterías.

 

Fueron, y no hay más que arrimar el oído, unos años fabulosos. Es difícil –y, en consecuencia, discutible– acotarlos, pero estos sabios siempre pródigos en argumentos deciden centrar el tiro en el cuatrienio 1979-1983, entendiendo como episodio fundacional aquel Pop musik (¡con K, por favor!) de M, la banda de nombre hoy inimaginable que servía como marca para el ya entonces veterano Robin Scott; y entendiendo que en el 84 la reacción frente al tosco guitarreo entra en una nueva fase, reorientada a partir de otras influencias exógenas: desde las pinceladas jazzísticas de Sade, un prodigio inimaginable del que ahora celebramos el cuadragésimo aniversario, a los devaneos latinos de los siempre minusvalorados Blue Rondo A La Turk.

 

Lo de Pop musik tenía, sí, mucho de manifiesto. La grafía apuntalaba el ramalazo rebelde, pero la esencia no dejaba de ser la de las tres letras mágicas y mayúsculas, P-O-P, frente al ruidismo enrabietado y aquella militancia en la falta de aseo que había acontecido a partir de los Sex Pistols. Bien es cierto que hacia 1979 también emerge un “nuevo rock”, el de, pongamos, Joy Division o Killing Joke, pero en los 80 cortes (con muy elevado porcentaje de temazos) y cuatro horas y media que aquí nos ocupan manda siempre la melodía, la sofisticación y un punto de glamour. Lo de sofisti-pop entra ya en el ámbito de las etiquetas rebuscadas, o abiertamente reprobables, pero cuesta no volver a asombrarse ante la audacia súbita que exhibían desde el primer momento todos aquellos recién llegados: Monsoon, Scritti Politti, A Flock of Seagulls, los cándidos Haircut One Hundred, los tiernos y prodigiosos China Crisis, los efímeros y extraordinarios Friends Again. O, claro, los juguetes juveniles de los más listos de la clase, los pioneros de una nueva ingeniería sonora: The Buggles, Japan o los aún más revolucionarios Art of Noise.

 

Son muchos los nombres familiares, sin duda, aunque en Cherry Red casi nunca incurren en obviedades a la hora de escoger cada tema representativo (tal vez con la excepción de Video killed the radio star, casi inevitable a efectos de relato). Y es seguro, por muy nítido recuerdo que se conserve de la época, que unas cuantas decenas de esas 80 bandas no figurarán en nuestros registros mentales. Pónganse cómodos y disfruten (mucho). Es solo nostalgia de una de las más deslumbrantes épocas doradas en la Gran Bretaña… pero nos gusta.

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