Man made of meat, el tema que abre el quinto álbum de Viagra Boys, despliega una chulería, una furia escasamente contenida y un gusto por arrastrar el lenguaje que recuerda a Parklife, aquel cañonazo que sirvió para dar título al trabajo más icónico de Blur. Lo curioso es que desde entonces han transcurrido 31 años (créanselo, aunque duela) y que estos chicos que loan la pastillita azul no son londinenses, sino ¡suecos! Pero así se las gastan estos maravillosos chavetas de Estocolmo, un sexteto que comenzó siendo ruidoso y bendiciendo un arquetípico discurso cervecero pero que a estas alturas se ha vuelto contagioso e inesperado, bullanguero pero también dispuesto a afinar el tiro y retorcer el colmillo.
Viagr Aboys es un álbum razonablemente pesimista a cargo de unos tipos dispuestos a quemar las naves. Los nórdicos ya no son solo un ejército de post-punk a la manera canónica, sino que se pueden volver provocadores y maquineros (Dirty boyz), adoptar una voz tan profunda y circunspecta como el cantante de Crash Test Dummies (imposible no invocar las enseñanzas de Brad Robert con Pyramid crash); introducir densidad, misterio y coros femeninos en la oscura y fascinante Medicine for horses u optar a la pieza más instantánea y pegadiza del año cuando nos enfrentamos a la irresistible Uno II. Y todo en un trabajo que aún tiene el suficiente cuajo como para echar el telón con la finura de River king, seguramente lo más sosegado y finolis que han registrado en una década completa haciéndose notar. De manera cada vez más estruendosa y convincente, todo sea dicho.
Sí, claro que a Viagra Boys podemos emparejarlos con otras bandas jóvenes que en los últimos tiempos se afanan en armar ruido, desde Amyl and the Sniffers a Squid, Yard Act o Idles, pero este Viagr Aboys aspira a convertirse en puñetazo; y no solo sonoro (atentos al torbellino de You n33d me), sino también argumental, como cuando en la envenenada Waterboy se avisa: “Te pone a mil la nostalgia, pero deberías hacerte un test de clamidia”.
¿A que esa no se la esperaban? Tampoco Sleaford Mods sospechaban que les salieran unos competidores escandinavos. Ni que después de tanta bilis, mala baba y desconsuelo nos despidamos con la mencionada River king, ¡una balada de piano! ¿Cómo no les íbamos a coger cariño?