Es solo su tercer disco, no nos vayamos a creer, pero el crecimiento de Wolf Alice se antoja exponencial. Vertiginoso. Imparable. Parece que el repertorio de Blue weekend ya estaba a punto de caramelo a principios de la temporada pasada, cuando sobrevino la pandemia, de manera que el cuarteto del norte de Londres optó por aprovechar el tiempo de letargo para perfeccionar aún más lo que se traía entre las manos. El resultado, tutelado por el productor Markus Dravs (Coldplay, Arcade Fire, Mumford & Sons: ¡tela!), es apoteósico. Este Fin de semana triste resulta denso, cariacontecido y apoteósico: música para reventar pabellones sin dejar de mirarse a la punta de las zapatillas.
La mayor parte del catálogo de este sucesor de My love is cool (2015) y Visions of a life (2017), discos mayores que desde hoy mismo ya sentimos empequeñecidos, acontece al ralentí. Son canciones lentas y cadenciosas, sí, pero intensísimas, con una Ellie Rowsell enfrascada en elevar hasta la ebullición la temperatura de las emociones. Nunca el dream pop había sido tan temperamental. Y nunca el universo de Cocteau Twins, que creíamos inalcanzable, se había visto tan seriamente amenazado.
Son 40 minutos exactos, pero no hay margen de respiro para las emociones fuertes. No nos confiemos ni siquiera con el comienzo de How can I make it OK?, que parece preludio para el sosiego y no tarda en estallar como un orondo artefacto sentimental. El único margen de acción para el arpegiado acústico llega con Safe from heartbreak, donde unas exquisitas armonías vocales subrayan las angustias y avatares propios del (des)amor. Y la travesura comparece con la divertida y descocada Play the greatest hits, donde Rowsell se desgañita contra pronóstico como si de una riot grrrl se tratara; y mediante la enérgica furia de Smile, con nuestra nueva musa entregada a un vertiginoso recitado casi rapero en las estrofas.
El resto es más apacible, aunque siempre jugando al equívoco: la prudente velocidad de crucero contrasta con una textura de capas superpuestas, como en la sensual y sensacional Feeling myself. Y para realzar el carácter ambicioso de la banda, el tema inaugural, The beach, se desdobla en dos mitades al principio y final del álbum. Todo excitante, todo a lo grande. Preparémonos para una abrumadora avalancha de tristeza.