Nos quedan tantos tesoros por descubrir en la bota mediterránea. Y en sus islas aledañas, claro. Alessio Bondí proviene de Sicilia y el encanto de este disco es instantáneo. Suena en el salón e irradia luz. Basta con escuchar el sonido de las guitarras acústicas en la inaugural “Di cu si”, que es un auténtico abrazo sonoro. Las trepidantes escobillas para la percusión en “Wild Rosalia”, consabida crónica de una muchacha que te vuela la tapa de los sesos (“Golpeo la cabeza contra la pared y bebo sangría…”); el inicio perezoso, prólogo de un ritmo trepidante e imposible de no bailotear, para “Granni granni”. Alessio publicó esta preciosidad de álbum hace ya casi tres temporadas, pero aquí no nos ha llegado hasta ahora mismo. Estamos a tiempo y la edición española es, de paso, excepcional: todas las letras vienen traducidas del dialecto siciliano, incluso con completas anotaciones para comprender juegos de palabras y travesuras varias. Porque Sicilia es tierra de traviesos tiernos, intuyo que como este Bondì. Mediterráneo hasta los tuétanos pero capaz de evocarnos al mismísimo Jeff Buckley en la emoción compungida y desnuda de “In funn’o mare”. Juguetón para aproximarse a una especie de funk callejero en “Vucciria”. Intenso como proclamar en el tema central: “Yo no tengo nada, pero te doy de comer mi corazón. Te lo regalo, lo puedes masticar”. ¿No venía a decir algo parecido nuestro Alis en “Material de disección”, de hecho? Anoten el nombre de Alessio. Y, si andan por Madrid este próximo domingo, asomen la cabeza por el Café La Palma. Pero expriman antes este “Sfardo”. Resiste muchas escuchas.

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