Entre las pequeñas joyas semiocultas en el fragor del final de año sería muy injusto que nos pasaran inadvertidos estos 35 minutos de intimismo delicioso. Connan Mockasin es un neozelandés de difícil catalogación, un raro vocacional, y estas ocho canciones refrendan su gusto por los caminos transversales. No sabemos muy bien si nos hallamos ante un amigo de la psicodelia o de las esencias del soul, pero quizá ambos factores resulten ciertos (siempre y cuando nos imaginemos transitando por la década de los setenta). Con ese espíritu de unos años seguramente irrepetibles para el rock adulto transita este insólito trabajo, en puridad la banda sonora para un melodrama elaborado por el propio Mockasin, “Bostyn ‘n Dobsyn”. Pero eso es lo de menos, por lo que a nosotros atañe. Mockasin es un personaje extraño que no se afilia a ninguna corriente; acostumbra tanto a susurrar como a entregarse al falsete y se extiende por un espacio en el que tan pronto se nos viene a la cabeza Prince como Michael Nesmith o incluso James Blake. Es decir, resulta mayormente inabarcable, pero no inescrutable. Qué va. Los dos cortes últimos del trabajo, “Sexy man” y “Les be honest”, son miniaturas encantadoras de pop-rock etéreo, caricias inesperadas que animan a bajar la guardia y dejarse mecer por la fragilidad de un personaje único. En contraste con todo ello, la apertura, “Charlotte’s thong”, se prolonga durante nueve minutos por la senda de un suave country-rock, y, aunque quizá le sobre parte de los solos finales, nos sumerge en un universo vagamente familiar, en un paraíso olvidado. Connan puede desconcertar en lo terminológico, en sus intenciones últimas. Pero le escuchamos la dolorida “Con Conn was impatient” y solo acertamos a saber que nos gusta formar parte de su equipo.

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