La chispa, la llama y el humo es un pequeño gran acontecimiento, un episodio realmente emocionante. Se trata de un disco delicado, poético, hermoso. Muy hermoso. Pero a todos sus valores intrínsecos se le une la magia, el temblor del reencuentro. Fon Román, al que siempre recordaremos por su periodo como guitarrista de Piratas, había grabado ya dos discos excelentes cuando decidió poner mar de por medio y emigrar a Ciudad de México. Habían transcurrido ya ocho años de aquello, aunque cueste creer a la obstinada precisión del calendario y las matemáticas. Y cuesta creerlo porque recordamos con nitidez la emotividad de su debut solista, Silencio cómodo en un jardín descuidado (2006), con evocaciones de infancia y ensimismamientos varios. Y porque, aun no llegando a la hondura sentimental de su antecesor, Entretelas (2011) también encerraba mucha sustancia y suculentas indagaciones en el terreno de la electrónica cordial. Pues bien, resulta que echábamos de menos a Fon, aunque no fuéramos del todo conscientes de ello, y este tan largamente demorado tercer álbum conmina al abrazo, a la complicidad instantánea. Parece que a Román le costó horrores recuperarle el pulso a la escritura, como si la inspiración se le hubiera necrosado. Pero, en cuando prendió la chispa, y nunca mejor dicho, los resultados no podían ser más elocuentes. Fon es un cantante excepcional y, aunque su voz no sea tan singularísima como la de Iván Ferreiro, le sitúa en tesitura e intencionalidad muy cerca de aquellas 21 Japonesas de Txetxo Bengoetxea. La infancia, los primeros amores y besos laten en La chispa, de belleza clásica, medio latina y completamente embaucadora. El recuerdo de su antiguo grupo resulta obvio desde el propio título con El equilibrio es posible. El ánimo conciliador y esperanzado protagoniza Gente puentes y ni siquiera el resbaladizo territorio de las nanas, tan íntimas y personales, se le resiste en la finísima Canción de cuna a Mariña. No necesitamos grandes explicaciones de Fon Román sobre estos últimos ocho años. Lo único seguro es que ha vuelto con un regalo bajo el brazo. Y lo cuidaremos, desde hoy mismo, como un preciado tesoro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *