La primera vez que pisó tierras ibéricas, sus buenos tres añitos atrás, a la buena de Sophie Payten no tardaron ni un minuto en avisarle de que su nombre artístico equivalía a “rellenito” o “regordete” en castellano coloquial. Al principio no daba crédito; luego, no podía contener la risa. El inesperado traspiés lingüístico es una anécdota sin trascendencia, pero lo curioso es que, después de este segundo álbum, nadie podrá atribuirle a la música de Gordi un solo exceso de lípidos. La australiana ha acentuado su perspectiva etérea, esa especie de dream pop cálido y envolvente que ahora se convierte en embriagador. Lástima que las nuevas pautas de comportamiento social impidan los abrazos, porque ella invita a fundirse en uno bien prolongado.

 

Payten sigue siendo una muchacha joven (27 años), de timidez escurridiza y procedencia rural en las casi infinitas tierras de Australia, pero esta segunda entrega es infinitamente más confesional, íntima y reveladora que Reservoir (2017), aquel todavía tímido debut. Sophie lidia ahora con las cuestiones de la identidad sexual, finalizó al fin sus estudios de Medicina, ha consagrado estos últimos meses a la lucha activa contra el coronavirus y parece más conforme consigo misma, como si al fin hubiera aceptado su propia piel y las vulnerabilidades consecuentes. Solo así puede explicarse la elección de la pieza más extensa, flotante y sutil, Aeroplane bathroom, como apertura del álbum. Es frágil, sutilísima y casi evanescente durante sus buenos seis minutos. Pero si nos subimos a ese avión ya no querremos nunca perder altura.

 

No dejen de embarcarse en el viaje. De veras. Gordi apela a una melancolía crepuscular (Radiator) ante la que solo cabe el escalofrío. O se reconcilia con el género humano en la delicadísima Extraordinary life, una perla que encajaría en el mejor álbum de Bon Iver (no en vano, los dos coproductores de Our two skins, Zach Hanson y Chris Messina, han trabajado con la banda de Justin Vernon).

 

Incluso hay algún momento de distensión indie, en los casos de UnreadySandwiches, una inesperada y encantadora oda a la abuela de Sophie. Otra mujer seguramente merecedora de abrazos, claro. Gordi quizá haya escuchado miles de veces So, de Peter Gabriel, aunque ni siquiera hubiera nacido cuando se alumbraron aquellas canciones. Sería muy hermoso, y por qué no soñar con ello, que los caminos de maestro y discípula confluyeran en algún momento.

 

 

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