Alguna cosa buena habría de tener el maldito bicho. Por ejemplo, la intensificación de las relaciones familiares en los hogares cuyos progenitores solían pasar muchas noches fuera de casa por aquello de las obligaciones que les marca la agenda. John Fogerty, fundador de los indispensables Creedence Clearwater Revival y paradigma del rock americano con camisa de cuadros, debía haber vivido un 2020 particularmente festivo, celebrando su cumpleaños número 75 de estadio en estadio. Aplazado sine die aquel gran abrazo de las multitudes, optó por intensificar las relaciones paternofiliales con sus tres churumbeles. Y eso que salimos ganando, porque este festín intergeneracional es, sencillamente, delicioso.

 

No hay grandes ambiciones en un proyecto que nació no ya de las circunstancias, sino de la pura casualidad: John y sus tres vástagos decidieron juguetear en el jardín de casa con los clásicos de papá y compartir a través de YouTube algunos vídeos en lo más crudo del confinamiento. Pero no hace falta teclear en el buscador y supervisar las imágenes para percibir lo que en este disco más evidente acaba resultando: la felicidad y el disfrute de los oficiantes.

 

La aproximación a algunos grandísimos clásicos de CCR (Have you ever seen the rainFortunate sonBad moon rising) es instantáneo, espontáneo, manifiestamente cercano. Son canciones sencillas y eternas a las que firmante y herederos se acercan aquí con evidente cariño. Sin alardes, pero casi como un acto de amor hacia un legado familiar valiosísimo. Los chicos, Shane y Tyler, intercambian guitarras y bajos mientras Kelsy, la muchacha, se centra más en la batería, aunque también maneja con soltura las seis cuerdas. Y entre todos reinventan un material de por sí imbatible, pero ahora particularmente encantador.

 

Ya puestos, el bueno de John Cameron Fogerty aprovecha para sacar pecho con su repertorio en solitario, una discografía magnífica pero parca y deslavazada, en flagrante contraste con el estajanovismo (¡tres álbumes en un año!) de los tiempos de la Creedence. Abre boca Centerfield, tema central de su mejor elepé solista, y se torna adictivo Bluebloy, la gran joya del algo más reciente Blue moon swamp (1997). Pero la verdadera conmoción viene con firma ajena. Hay un par de versiones en el lote, empezando por City of New Orleans, de Steve Goodman. Donde se nos detiene la respiración es en Lean on me, homenaje a Bill Withers en el año en que el diabólico coronavirus nos privó también de él. El original, ya lo sabíamos, es bellísimo. Pero el acercamiento de los Fogerty es tan sincero, humilde y, sobre todo, simbólico que nos aboca a la emoción intensa. “Apóyate en mí”: cuánta falta hace, a veces, escuchar estas palabras.

 

 

 

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