De Julia Stone nos encariñamos hace ya una década larga, cuando era una veinteañera que compartía un adorable dúo de folk acústico con su hermano, Angus & Julia Stone. Pero los años pasan, la australiana acaba de celebrar su onomástica número 37 y el espectro de colores que anidan en su paleta sonora se ha multiplicado de manera exponencial, tanto en su tándem familiar como cuando opera en nombre propio. Sixty summers es ya su tercera entrega solista (aunque en esta faceta no se prodigaba desde 2012) y, de largo, la más ecléctica, poliédrica y en muchos momentos rabiosamente divertida. Porque solo ella puede encadenar un mano a mano con Matt Berninger (The National) en la hermosa y circunspecta We all have para luego ponernos a bailar con el estilazo y el desparpajo de la demoledora Substance, donde parece una Lana del Rey que se ha equivocado de pedal y le ha dado por pisar el acelerador. O entregarse al dance pop sin reparos ni complejos llegados a Who.

 

El influjo de Del Rey es apreciable en otros momentos (Dance, Break), aunque el estilo vocal de nuestra heroína de Sydney es mucho más susurrante, claro. Por eso entran ganas de pensar que el fabuloso tema central, espectacular en sonido y desarrollo, debería haberlo rubricado a medias con Stevie Nicks. Y, con las mismas, podemos pensar que Lindsey Buckingham se encarga de la producción de Free, tan pomposa en sus percusiones. Pero no, esa labor es aquí compartida por Annie Clark (St. Vincent) y Thomas Bartlett (Doveman), coautor además de buena parte del repertorio. Por sus manos ya han pasado mujeres de imaginario tan original como Rhye o Florence + The Machine, así que todo encaja para que estos Sesenta veranos suenen a pura gloria.

 

Son 14 canciones las de Sixty summers (o 13, más una versión en francés de Dance) que se devoran con fruición, porque muchas se vuelven adictivas a la primera o segunda escucha. Desde luego es el caso de Fire in me, que parece una versión del Uprising de Muse pasado por el tamiz de Goldfrapp. O del baile a cámara lenta que propone Unreal, de texturas etéreas acentuadas por el vocoder. Una gran oportunidad para reenamorarnos de Julia. Y, en el caso de la edición de vinilo, por cierto, para asombrarnos con el espectacularísimo estampado de ambas caras.

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