A veces puede salpicarnos la mediocridad, qué duda cabe. Forma parte de la vida cotidiana: piensa en más de un señor encorbatado que sale en los telediarios, en tu vecino cretino del cuarto, en ese jefe tuyo con la sensibilidad de una ameba.  No digamos ya en Mario Vaquerizo. También nos queda la opción de salir al encuentro de otros elementos muchísimo más estimulantes. En su formato original alcanzan los 30 centímetros de diámetro y son de vinilo: una absoluta preciosidad. Aquí traigo un ejemplo a colación. Lee Fields aún no había adquirido la condición de septuagenario cuando grabó este disco, pero poco le faltaba. Eso sí: a ver quién es el jovenzano capaz de igualar en músculo, bravura y garganta incandescente este disco que se hizo hueco en alguna neurona lúcida mía y al que durante estos tres veranos no le he sido infiel. Hombres soul de última generación, pongamos por caso Paperboy, se quedan a unos cuantos años luz de distancia (dicho desde el cariño, porque me agrada). Curiosamente, una de mis canciones favoritas de Jagger y Richards es ese canto a la derrota, You can’t always get what you want, tan abrasivo como una cisterna de aguarrás. Lee Fields viene a decir lo mismo, como se aprecia al escuchar a volumen generoso You just can’t win. Harás bien en buscar la banda sonora en Spotify, Deezer o una tienda de discos, suponiendo que aún quede alguna. Escuchar a Fields cantándole a los perdedores es una victoria. Frente a la mediocridad, por encima de todo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *