El jazz es un epígrafe que se le ha quedado definitivamente pequeño a Makaya McCraven. Y eso, refiriéndonos al género más libérrimo y poroso que ha concebido el ingenio musical humano en el último siglo y pico, da idea de las dimensiones conceptuales en la obra de este batería, percusionista y multiinstrumentista esencial. El parisino empadronado en Chicago ya había dado muestras de su imaginación transfronteriza con Universal beings (2018-2020), una diablura que terminó siendo un álbum triple con el que desafiaba los límites en los estilos y definiciones. In these times incrementa ahora esa sensación de universo inabarcable: nos adentramos en el universo de McCraven sin ser capaces de atisbar su geografía, orografía, dimensiones ni camino de salida, pero nunca la percepción de extravío y falta de referentes resultó tan gozosamente desconcertante.

 

Perdámosle el miedo, ante todo, a la aventura. In these times, el tema de apertura, es pura música clásica contemporánea a partir del latido de una marimba persistente, pero esa misma sensación de tiempo suspendido se prolonga a The fours. A lo largo de toda su médula espinal, la obra combina las texturas tímbricas sugerentes con las melodías sutiles y a veces solo esbozadas, como en las notas de contrabajo que sostienen High fives en mitad de un cálido embrollo de percusiones. Y Dream another, el primer episodio en el que Makaya ejerce de batería más o menos convencional, enlaza los aires de jazz ambiental que aporta el flautista De’Sean Jones con el pellizco orientalizante del sitar.

 

Asombra aún más esa capacidad de McCraven para resultar accesible, afable, cálido y fascinante incluso aunque nos guíe por estos territorios difusos e inexplorados. Lullaby es eso, una preciosa canción de cuna con colchón de arpa, sección de cuerdas y melodías chinescas que pueden evocar al Pat Metheny explorador de Secret story (1992), un álbum de actitud parecida a la de este. This place that place ofrece los primeros argumentos al contrapunto y los compases irregulares, mientras que Seventh string es una virguería camerística en torno a un acelerado laberinto percutivo.

 

El de París opta por duraciones cómodas y afables para sus piezas, entre los tres y cuatro minutos, para hacer aún más adorable y llevadera la singladura. Definitivamente, con él hemos entrado en otra dimensión.

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