Siempre es atractivo y reconfortante tomar nota del talento joven, el relevo generacional, el estímulo de la savia nueva. Pero en el caso de Maren no estamos hablando de juventud, sino de asombrosa precocidad. Comienza a ser un fenómeno creciente en nuestro ecosistema pop, si atendemos a otros casos tan fabulosos (y alentadores) como los de Dora o Rice & Groove, pero lo cierto es que esta muchacha bilbaína de 18 años coloca sobre la mesa este primer elepé después de haber dado salida a un par de epés anteriores y de que los amantes de los espectáculos televisivos ya la hubieran descubierto a través de La Voz Kids. Hablar de madurez temprana puede parecer tópico, pero, a juzgar por este Margaritas y lavanda, se ajusta rigurosamente a la realidad.

 

Lo mejor de este primer trabajo de larga duración es que ahuyenta todos los clichés temáticos sobre amores adolescentes y se centra en la búsqueda de una identidad propia y diferenciada, incluso con el recurso, avanzado en términos creativos, de definir un alter ego que le sirve a la firmante como hilo conductor. Margarette, que tal es el personaje, abre el cancionero con ese sorprendente Margarette, todos lloran por ti, un mano a mano con Anni B Sweet que sirve como simbólico paso de testigo generacional. Aunque lo curioso es el parecido tímbrico entre las voces de ambas, inmersas –no está claro si de manera intencionada– en una especie de simbiosis interpretativa.

 

La fuerte presencia de sintetizadores en Margarette… marca buena parte del desarrollo estilístico del álbum, inmerso en una especie de dream pop denso y absorto, también más adulto de lo que sugeriría el DNI de nuestra protagonista. Es más, las dos canciones más populares de Maren antes de este elepé, la deliciosa Te invito a mi piscina (para matarte) y la trepidante y pintoresca La estación espacial de Teruel, quedan relegadas a los dos últimos cortes, quizá porque la bilbaína no estuviera muy segura de que encajen bien con el resto del repertorio.

 

Puede haber algo de desconcierto estilístico y en la ordenación del repertorio, igual que se queda huérfana esa preciosa balada en euskera, Bitartean, igualmente pospuesta hasta el antepenúltimo lugar de la lista. Pero hay mucho donde escarbar en el universo de una muchacha que practica el enigma a la manera de Lana del Rey, suena introspectiva como nuestra Alice Wonder y asume con elegancia sus dudas, incertidumbres y estupores. Como en esa casi onírica Aeropuerto (“Casi todos los meses embarco en alguna puerta / Hace ya unos meses que no me desmonto en el control”), una especie de pesadilla entre aeronaves con algún tic vocal que parece homenajear a Dolores O’Riordan, de The Cranberries. Bonito detalle, aunque la dicción, en ese y algún otro momento, podría ser un poco menos perezosa.

 

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