Estremece pensar, por las puñeteras cosas estas del destino, que los Cranberries estaban trabajando en canciones tituladas All over now (“Todo se ha acabado”) o In the end (“Al final”) cuando el 15 de enero de 2018 aconteció la terrible muerte por ahogamiento accidental de Dolores O’Riordan. La primera se convirtió en avanzadilla de este álbum necesariamente de despedida y en un sencillo a la altura de los mejores de la banda, con un sonido en la franja de vecindad con el de The Cure y ese mismo aire de jovialidad con que los habíamos descubierto un cuarto de siglo atrás. Y la segunda se erige en cierre y epitafio, corte postrero y muy efectivo, entrañable desde su condición de balada escueta y alejada de cualquier engolamiento. Entre medias, otros nueve temas para el canto del cisne de un cuarteto que demostró ser mucho más querido entre millones de aficionados, antes incluso de las desdichas, de lo que suponían los analistas de colmillo afilado y olfato al borde de la atrofia. Son tres cuartos de hora de celebración postrera y casi dolorosa, 43 minutos que se nos escurren entre los dedos porque son muy amenos, transcurren en un vuelo y, a sabiendas de lo que significan, no querríamos que se acabaran nunca. In the end no llega a recuperar el nivel de los deliciosos dos primeros álbumes de los dublineses, pero es homologable a cualquier otro logro de la banda. E impresiona saber que se ha cristalizado a partir de las maquetas que tuvo tiempo de grabar O’Riordan, puesto que no existe el menor indicio (si acaso, alguna frase dubitativa en Catch me if you can) para pensar que este no sea un álbum completado hasta la última de sus notas. Tras el dolor y la conmoción, sobrecoge el trabajo de los tres compañeros de aventuras de Dolores, igual que el del productor de sus mejores días, el mítico Stephen Street. Y fascina la aparente sencillez con que el grupo era capaz de avivar su magia: A place I know es una balada adorable a media voz, Lost crece sin cesar a partir de una melodía mínima y un leit motiv elemental (“Estoy perdido contigo, estoy perdido sin ti”) y tanto Got it como Illusion desarrollan evoluciones armónicas tan evidentes, instantáneas y encantadoras como las que nutrían en buena medida Everybody else is doing it, so why can’t we? Aquel debut que propició un enamoramiento del que solo la muerte ha sido ahora capaz de separarnos.