¿Le quedan amigos a Moz? ¿Algún estrecho colaborador, un hombre de confianza que le pueda hablar desde el aprecio, pero también desde la franqueza? ¿De verdad nadie le dio a Stephen Patrick la voz de alarma antes de poner este álbum en circulación? Las malas perspectivas se cumplen de manera dolorosa: lo peor que podemos decir de “Low in high school” es que hace bueno a su antecesor, “World peace is none of your business”, que en 2014 dejamos de escuchar a los pocos meses para evitar que algún bostezo traicionero nos desencajara la mandíbula. Ojo, hablamos de Morrissey y hasta en los peores momentos (y este, maldita sea, seguramente sea el peor) hay donde rascar. Los siete minutos largos de “I bury the living” derraman furia, ofrecen algo de chicha que pellizcar. Pero sobre todo “Home is a question mark” es una balada hermosa, que aquí elevaremos a extraordinaria en comparación con el entorno. A partir de ahí, el naufragio. “Spent the day in bed” es un single tontorrón, de un nihilismo al que se le intuye pereza, pero no gracia. “When you open your legs” aporta mucha más rutina que picardía y el epílogo, “Israel”, es soporífero. “All the young people must fall in love” arranca con gracia y encalla al minuto, extraviada en un círculo tedioso. Y, sobre todo, no me imagino a ningún fan de Morrissey disfrutando d un tango tan ramplón y absurdamente atildado como “The girl from Tel Aviv who wouldn’t kneel”. En fin, una pena. Y una tristeza. Los morrisseymaniacos nos refugiaremos en la nueva edición conmemorativa de “The queen is dead”, a falta de otras alegrías.

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