No hay manera humana de explicarse por qué demonios Peter Gabriel ha tardado 21 años, ¡21!, en completar este nuevo álbum, del que ya comenzó a esbozar algunos ingredientes en fecha tan remota como 1995 y que, por lo demás, prosigue su discurso como solista donde lo había dejado en su anterior álbum de composiciones originales, Up, allá por 2002. Pero dejémonos de reproches tácitos y alegrémonos de tener este i/o de una vez en todas entre las manos, porque es un disco sencillamente extraordinario. Y que elude, además, los dos principales temores que su demora llevaba asociados: ni defrauda un ápice ni es un trabajo sobrecocinado, por más que el genio británico nos haya dado muestras de su carácter minucioso y perfeccionista, quizá hasta extremos desaforados.

 

Lo cierto es que i/o seguramente acaricie en excelencia a So (1986), pináculo creativo del otrora líder de Genesis y uno de los artistas más elegantes, fascinantes, profundos y documentados del pop (o el art pop, si lo prefieren, en caso de que la apelación a la música solo “popular” chirríe en el caso de una obra tan detallista y elaborada). Gabriel se da el gustazo de entregarnos una obra que, con sus 68 minutos, podríamos considerar a todos los efectos un doble elepé y que, en un rizo rizado hasta extremos insólitos, puede adquirirse y paladearse en dos mezclas diferenciadas, la brlllante y la oscura, de diferencias muy sutiles pero nada imperceptibles. La primera, la Bright-side, a cargo de Mark “Spike” Stent, puede considerarse más canónica, deslumbrante y accesible, frente al cierto filtro inquietante y tenebroso que Tchad Blake imprime a la Dark-side, pero no dejan de ser detalles menores. El titular fundamental es otro: el autor de Solsbury hill ha vuelto por sus fueros.

 

En realidad, el sonido, los modismos y la naturaleza de i/o agranda la estela de So (1986), Us (1992) y Up (2002) sin salirse de ese generoso espacio de límpida excelencia que proporcionan sus grandes pilares: la guitarra de David Rhodes y la base rítmica en la que interactúan Tony Levin (bajo) y el baterista Manu Katché, esta vez con no pocos sintetizadores y hechicerías varias del amigo Brian Eno. Pero lo llamativo es que un álbum tan demorado, y a cargo de un artista que en una breve presentación admite ser “obsesivo con cada detalle”, suene tan espontáneo, directo e incluso optimista, una circunstancia que puede deducirse ya solo con la sucesión de títulos como Love can heal, Road to joy, This is home o Live and let die. Títulos que en sí mismos encierran connotaciones de satisfacción íntima y que, de hecho, figuran entre los mejores de la docena: Love can heal es una de esas baladas cadenciosas, emocionantes y milimétricas al dictado del piano en las que Peter es insuperable, Road to joy agrega la sal y pimienta del abrumador toque funk que tanto refulge desde Sledgehammer y Live and let die es un epílogo extenso y parsimonioso, con trasfondo casi de góspel, que va agrandándose y volviéndose cada vez más emotivo para subrayar esa sensación última de este elepé como obra maestra. O algo que se le acerca de manera significativa.

 

No hay traspiés en la colección, como ya quisimos imaginar desde que en la primera luna de 2023 se desveló Panopticom, tema de apertura y adelanto inicial que ya certificaba la extraordinaria visión sonora de Gabriel (capaz, en ese corte en concreto, de plasmar tres ambientes diferenciados en estrofa, puente y estribillo) y su soberbia forma como vocalista a la ya importante edad de 73 años. Pero no hay, insistimos, casos aislados de esplendor, sino un listón de exigencia que ni decae ni se vuelve redundante. Ahí están la eclosión casi africana de percusiones para The court, la delicadeza serena de So much o incluso el aparente guiño que Olive tree lanza al estilo de escritura de su excompañero en Genesis Phil Collins, una manera de reivindicar no ya solo la amistad, sino el extraordinario magisterio de un artista muy por encima de quienes a lo largo de las décadas han intentado degradar o incluso caricaturizar.

 

Es, en fin, i/o (aparente abreviatura de in y de out), el álbum que no solo se merecía Peter Gabriel, sino también sus muy sufridos y pacientes seguidores. A juzgar por las diferentes manifestaciones de su firmante, hay numerosas piezas concluidas o casi finiquitadas que han pasado por la sala de mandos a lo largo de estas veintitantas primaveras. Sería un buen regalo conocerlas pronto, en vista de que ya no disponemos de mucho margen para el remoloneo.

6 Replies to “Peter Gabriel: “i/o” (2023)”

  1. Ayer escuche en Radio 3 un especial de i/o y según pasaban los temas, me parecían buenísimos. Ahora leyéndote suscribo totalmente tu crónica. Este lo pesco en vinilo.
    Un placer leer tu página.

  2. Lo he escuchado cinco veces y me deja indiferente, como UP, y echo en falta la imaginación en la música como en Peter Gabriel III, IV y en US e incluso en SO (era más comercial).
    Peter Gabriel ya no arriesga.
    Puntuación 6/10

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