Está todavía por escribir el artículo sobre Rick Astley en el que no se mencione su éxito Never gonna give you up, así que renunciemos aquí desde la primera frase a hacer historia. Ahora bien, si 36 años después de aquello (créanselo, sí: hemos repasado la cuenta) nos dicen que estaríamos escuchando con detenimiento un nuevo álbum del ya nada pipiolo señor de Lancashire, habríamos tenido que contener la risa.

 

Pues bien, querido boomer: ha llegado la hora de sonreír sin disimulo. Hay nuevo disco de Richard Paul Astley y conviene que le dediquemos unas cuantas horas a sus escuchas sucesivas. Sabemos que el escepticismo lo empaña todo a partir de ciertas edades, pero háganos caso. Porque Are we there yet?, a las pruebas nos remitimos, no sirve solo para abonar la nostalgia en alguna reunión de viejos amigos de la EGB, sino que está muy bien. Reamente bien.

 

En realidad, la sorpresa es solo relativa. Desde que aquel chico sonriente y guapito-sin-pasarse abordara el proceso de reconversión artística, coincidiendo justo con el medio centenar de velas en la tarta de cumpleaños, esta es ya la tercera entrega de ese nuevo Astley para adultos. Pero, ojo, si 50 (2016) y Beautiful life (2018) eran solo trabajos potables a los que prestamos algo de atención por la singularidad de su firmante, este tercer vértice de la trilogía es del todo merecedor del alegato y la reivindicación. Porque Rick no se conforma con ser un mero artista rehabilitado, el antiguo icono juvenil que abraza la vida adulta y puede ejercer con simpatía y solvencia como entretenedor durante hora y media encima de un escenario.

 

A sus ya 57 añazos, le ha llegado el turno de ejercer con todas las consecuencias el peso de la primera persona. Y este ejercicio de blue eyed soul impoluto y elegantísimo, compendio de 12 canciones no ya escritas y producidas hasta la última nota por él, sino también interpretadas en condición de multiinstrumentista, resulta delicioso. Sobre todo si nos atenemos a ejemplos tan excelentes como Never gonna stop, con sus congas a lo Marvin Gaye y una enmienda a la totalidad a este mundo descorazonador que se nos está quedando. No es What’s going on, ya lo sabemos, pero tampoco abundan los ejemplos de música adulta y con alma. Y aquí se cumplen todos los requisitos.

 

Al bueno de Astley se le han acumulado, como a todos, las cicatrices interiores y las arrugas faciales, pero en el propio vídeo de Never gonna stop no rehúye el primerísimo plano para constatar que ni se esconde ni elude las apelaciones a la gravedad, las heridas y también la templanza. De hecho, su característica voz de barítono ha ganado en peso y textura, lo que le permite encarar con estupendos resultados el barniz del góspel en Dipping my feet. O acabar recordándonos a aquel Paul Weller quintaesencial de los tiempos de The Style Council: hagamos la prueba con Forever and more y Take me back to your place –palmas, chasquidos y coros femeninos incluidos–, la elevada y muy contagiosa High enough o la exhibición de metales para Maria love. Sigamos compartiendo todos los memes sobre el bueno de Richard que caigan en nuestras manos, pero Are we there yet? nos cambiará para siempre la percepción que teníamos sobre él.

2 Replies to “Rick Astley: “Are we there yet?” (2023)”

  1. Ayer acaba de llegarme el CD. Sin duda un álbum para saborearlo en serio y no solo como un gusto culposo, un grande el bueno de Rick, ya podemos decir que se graduó de LEYENDA (así, con letras mayúsculas).

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