Es difícil no enamorarse de For certain because… (que para el mercado estadounidense se prefirió titular como el último de sus 12 cortes, Stop! Stop! Stop!) aunque solo fuera por el retrato del quinteto de Manchester en portada y contraportada: jóvenes, radiantes, guapos, con aspecto de chicos buenos y aseados y, sobre todo, convencidos de sus posibilidades. En pleno 1966 no se podía cometer la osadía de publicar un elepé sin la seguridad de que habría de ser endemoniadamente nuevo, porque RevolverPet soundsAftermath Blonde on blonde esperaban como compañeros de estantería. Por eso los chicos se confabularon para, a diferencia de lo sucedido en los cuatro trabajos anteriores, escribir de puño y letra la totalidad de estos 12 nuevos cortes, en un memorable duelo creativo entre Allan Clarke y Graham Nash. Con victoria a los puntos, todo hay que decirlo, para el primero, inmerso en las tres cuartas partes del repertorio.

 

La apertura con What’s wrong with the way I live representaba, después de Rubber soul en 1965, un primer intento de emular desde el otro lado del Atlántico las hazañas sonoras de The Byrds. Aunque en ese apartado la gran baza es la fabulosa y adorable Suspicious look in your eyes, una de esas canciones que se atreve a empezar en pleno estribillo y cuya guitarra recuerda mucho a la de Mr. Tambourine man.

 

Lo mejor de todo en For certain… era la capacidad de la banda para llegar muy lejos en múltiples direcciones. Pay you back with interest es la eclosión de las armonías a tres voces más esplendorosas, la gran especialidad de la casa. Y Peculiar situation parece la más cercana a los Beatles por su pop prístino de los primeros discos. Pero el ingenio y la exploración afloran con Clown, de tristeza y complejidad melódica que apunta más hacia Ray Davies, y hasta a los años más primerizos de los hermanos Gibb (Bee Gees). Y antes de este álbum nadie habría esperado la pintoresca High classed y su aire vodevilesco, como de sintonía perfectísima para una comedia costumbrista en la BBC sobre la alta sociedad.

 

Entrados en faena, requiramos especial atención para dos joyas monumentales y no muy reivindicadas. La mayor de ella, la nada divulgada Crusader, muy pastoral y campestre en primera apariencia, aunque se va sofisticando a golpe de vibráfono, flauta y trompeta. Pero también merece adhesión a la memoria Tell me to my face y su aire de jazz ligero, como si Burt Bacharach les hubiera soplado al oído unas cuantas notas. ¿A quién no se haría la boca se hace agua solo con imaginar esta joya en labios de Dionne Warwick?

 

Los Hollies fueron un grupo a menudo más fiable a 45 revoluciones que en el formato de elepé. For certain because… es el contraejemplo maravilloso: un par de éxitos menores, pero una colección casi perfecta.

 

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