Pudiera parecer que este no es el disco más convencional de los Jayhawks. Pierdan todo asomo de temor, porque nos ocupa un álbum maravilloso. Claro que Gary Louris mantiene el mando en plaza, pero eso es buena señal: hablamos de uno de los talentos más arrolladores de la escuela americana y la vieja química con Mark Olson llevaba tiempo difuminada, como demostró aquel errático “Mockingbird time” (2011) con el que la banda intentó recuperar la jefatura bicéfala. Mejor así, de veras, y más si Olson reparte en esta ocasión la voz cantante con esos dos grandísimos escuderos vocales que son el batería Tim O’Reagan y la teclista Karen Grotberg. Karen asume la inaugural “Come cryin’ to me”, por lo que por primera vez un álbum de los de Minneapolis se abre con protagonismo femenino. El otro elemento inusual es que, salvo dos piezas inéditas, las otros nueve provienen de colaboraciones previas de Olson con otros autores de las praderas del “americana” y el country-rock: tres sirvieron para las Dixie Chicks, otra se escribió en comandita con Jakob Dylan, una más nació para Carrie Rodríguez y así sucesivamente. El prejuicio podría llevarnos a pensar en un álbum de retales, pero no. Es más: si “Paging Mr. Proust” (2016) había introducido algunos elementos experimentales y electrónicos en el menú, este “Back roads…” recupera el sonido nítido, glorioso e instantáneamente clásico de “Rainy day music” (2003), uno de los elepés más adorables de este siglo que nos acabará matando. Olson anda ya por los 63 años, pero canta mejor que nunca. Y no sabemos si andará escaso de material más reciente o le atormenta alguna crisis creativa. Escuchando “Everybody knows”, “El Dorado” o “Long time ago” se nos disiparán las dudas tontas.

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