Hay quien encuentra anacrónicos a los Moody Blues. Su auge coincide con la segunda mitad de los sesenta, el lustro de oro por antonomasia en la historia de la música popular. Mientras veneramos a muchos de los hijos de aquella era, a estos muchachos de Birmingham solemos omitirlos o, aún peor, mirarlos con mirada indulgente; con un: “Ah, sí, los de ‘Nights in white satin”. Si formas parte de esa línea de pensamiento, igual estés perdiéndote discos tan absolutamente merecedores de revisión como este, acaso el menos popular de sus años clásicos, en los que la producción del quinteto era de una riqueza y copiosidad fascinantes (pocos meses antes, en el mismo 1969, ya habían publicado “On the threshold of a dream”). “To our children’s…” era igual de pomposo, grandilocuente, sofisticado, minucioso y fascinante que “Days of future passed” (1967) o “In search of the lost chord” (1968), pero lo prefiero porque resulta más melancólico y sombrío, más capaz de evocar soledades, desolaciones, apoplejías. El paso del tiempo, la vida misma: esas menudencias que nos atormentan. De los Moody era asombroso comprobar cómo sus cinco integrantes cantaban y componían, todos con personalidades diferenciadas (aunque Justin Hayward solía llevarse la palma en términos de popularidad). Aquí “Watching and waiting” y “Candle of life” eran lindísimas y tristísimas, con ese Mellotron que lo inundaba todo, pero “Floating” contrasta por su estallido de belleza mañanera y “Sun is still shining” no solo dejaba un margen a la esperanza, sino que lo impregnaba todo de una deliciosa psicodelia oriental ‘harrisoniana’. A sus tataranietos les parecerá una antigualla simpática este disco; a mí hoy me ha vuelto a emocionar.

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