Ni nueve meses habían transcurrido desde Six Lenins, su apreciable entrega de 2019, cuando The Proper Ornaments nos sorprenden con un álbum aún más denso y, en este caso, ya probablemente extraordinario. Mission bells es un trabajo sombrío pero no pesaroso; tan triste como requieren los tiempos (y eso que cuando se grabó aún no había sucedido eso-en-lo-que-estamos-pensando-todos), pero en último extremo alentador. El cuarteto londinense renuncia a pisar el acelerador y la práctica totalidad de los 13 cortes optan por colocar el metrónomo en el tiempo medio, más allá del circunstancial balanceo de cabeza al que invita (y también se agradece) Broken insect. Pero produce asombro la minuciosidad del sonido, el primor sonámbulo con el que se desarrollan los acontecimientos, esa voz monótona pero terriblemente seductora con la que James Hoare dirige las operaciones. Los Ornaments se arriesgan a ratos con cajas de ritmos (Black tar) aun a sabiendas de que el sonido de su batería es particularmente cálido y seductor (escuchémosla, por favor, en The impecable lawns). Y consiguen que cada vez resulte más inescrutable su mapa de influencias: Mission bells no suena a nadie, por más que intentemos percibir aquí y allá alguna traza de Spiritualized, Real Estate o Ducktails, pongamos por caso. Incluso el aire melancólico y sentido de Echoes, dirigida por una vez por el piano, puede traernos fugazmente a la cabeza las maquetas caseras del último Lennon. Lo mejor es dejarse conquistar poco a poco por este trabajo muy poco evidente, pero progresivamente seductor y, al fin y a la postre, maravilloso. Un disco que deja a medio abrir la puerta de la (neo)psicodelia (Flophouse calvary, con Max Oscarnold doblando la voz). Que constituía un tratado distópico antes de que la-Madre-de-todas-las-distopías nos complicase la vida de verdad. Pero que eleva la bandera de la belleza absorta como recurso con el que conjugar nuestros males. Escuchemos la tenue, fugaz y absoluta hermosura de Cold, otra vez medio lennoniana en sus apenas dos minutos, para comprender que de todo se sale.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *