Es curioso que apenas se mencione a The Young Rascals (o The Rascals a secas; justo después de este álbum decidieron que ya no eran tan jóvenes) entre las bandas más colosales y decisivas de los años sesenta. La competencia era salvaje y la memoria, en ocasiones, se permite estos devaneos e incurre en injusticias. Pero este álbum no solo fue muy exitoso en su momento: asombra retomarlo tantas décadas después y descubrir el vigor fascinante de aquellos muchachos de apariencia aseada y recursos mucho más amplios y endiablados de lo que su aspecto angelical invitaba a sospechar.

 

Habían empezado los Rascals, apenas un año antes, con un debut homónimo y abiertamente garajero, un trabajo de colmillo afilado, sonido seco y alboroto estimulante, pero Groovin’ es la intersección perfecta entre las distintas sensibilidades del cuarteto. El corazón más fiero aún late en Find somebodyYou better run, vestigios de una banda que era capaz de reinventarse y lanzar tres álbumes (entre medias estaba el también delicioso Collections) en apenas 15 meses. Pero Felix Cavaliere (el teclista) y Eddie Brigati, con su percusión siempre en primera línea del escenario, estaban virando ya hacia el blue-eyed soul en buena parte de un repertorio que firmaban, a cuatro manos, en gran parte de la entrega. Y ahí surgían A girl like you o, claro, la versión de A place in the sun, que el año anterior había convertido en éxito un todavía adolescente Stevie Wonder.

 

Añadamos el componente del pop pluscuamperfecto en How can I be sure (que se hizo popularísima por entonces), su hermana melliza I’m so happy now y la sensacional I don’t love you anymore, cortesía de la tercera voz y tercer autor en liza, el guitarrista Gene Cornish. El guiño aflamencado y fronterizo de Sueño. El colofón psicodélico de It’s love, con la flauta invitada de Hubert Laws, que enlaza ya con la etapa más lisérgica del grupo (a partir de Once upon a dream, 1968). Y, claro, el monumental tema que daba título al álbum, con una armónica para la historia. Uno de esos ejemplos imbatibles de por qué los sesenta fueron tan adorables y difíciles de superar.

 

El repaso es elocuente: 11 temas sin mácula. Groovin’ es de esos álbumes perfectos que no debería faltar en ninguna discoteca. Un diagnóstico obvio que colisiona con la injusta realidad, pero nadie dijo que este mundo fuese un lugar donde siempre acaba haciéndose justicia.

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