Cuentan en los mentideros que esta nueva entrega del viejo gruñón (la número 39, si hemos hecho bien las cuentas) es fruto de un compromiso contractual, casi un trámite para dar por ahora finiquito a sus obligaciones con los prebostes discográficos de turno. Ello explicaría esta hiperactividad suicida, una anomalía en cualquier trayectoria, un despropósito frente a las más elementales pautas del mercado. “You’re driving me crazy” supone el tercer álbum de Van Morrison en ¡siete meses!, con el agravante de que la (por ahora) trilogía repite algunas pautas sin mayores disimulos: minutajes generosos por encima de la hora en cada entrega, versiones a destajo entre favoritas personales (siempre muy añejas) y alguna incursión reinventada en un repertorio propio que, no en vano, supera los 400 títulos. Todo abonaría las sospechas de que nos encontraremos ante un ejercicio rutinario, un trámite que se cumplimenta tirando de oficio y piloto automático. Pero este nuevo álbum, supuestamente redundante, no lo es. Mira tú por dónde. Es más: parece muy probable que nos encontremos ante la mejor de las tres entregas hermanas, y eso que ninguna de sus antecesoras (“Roll with the punches” y “Versatile”, ambas en 2017) merecería desinterés o desdén. El factor adicional en este nuevo pasatiempo lo encarna Joey DeFrancesco, que se gana honores como copartícipe (un disco firmado a medias con Van The Man; ahí queda eso), es fabuloso con dos instrumentos tan dispares como el Hammond y la trompeta y da toda la impresión de hacer muy feliz al jefe, hombre bien difícil de contentar. Las risas del norirlandés en el tema central son un síntoma y un tesoro: estos tipos se encerraron un par de días en Sausalito y se lo pasaron en grande. De ahí las toneladas de espontaneidad y sabiduría en esta entrega, adorable en momentos como “Hold it right there” o la fabulosa reelaboración de “The way young lovers do”. También en “Goldfish bowl”, un poco recordado original de Morrison de 2003, o en la ya inmortal “Have I told you lately”. El de Belfast, aun crepuscular y en modo estajanovista, es mejor que casi cualquier otra cosa que pueda sucedernos.

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