No hay que ser un fisonomista consumado para barruntar que ese muchacho tierno y guapito que nos contempla desde portada, más curioso que desafiante, va a terminar siendo un sentimental de mucho cuidado. El australiano James Keogh, que prefiere firmar con el mucho más eufónico Vance Joy, no es ningún creador voraz y prolífico, y este In our sweet time es solo su tercer elepé desde que la preciosa Riptide le convirtiera en 2013 en fulminante sensación internacional en eso del pop-folk. Aquí hay una docena de buenos argumentos para seguir confiando en su dulzura, en esa misma nueva masculinidad que representa toda esa generación de chavales que integran Tom Odell, George Ezra, James Bay o Hozier. Aunque no deja de haber vaivenes en la propuesta; extraordinaria a ratos, pero también algo liviana de más cuando quiere contentar a todos.

 

Es curioso que el corte inicial, el excelente Don’t fade, no figure entre los sencillos del disco ni sirva para marcar la línea de lo que acontecerá después. Ese es el Vance Joy más minucioso e intenso, un hombre que transita por ese mismo sendero de la excelencia que definió Bon Iver y en el que también podemos nombrar a Ben Howard o James Vincent McMorrow. Way that I’m going sigue esa misma dirección y es, como no pocas canciones, adorable.

 

Missing piece entraría en casi cualquier disco de Mumford & Sons, previsiblemente con muy buenos resultados a la hora de poner en pie a todo un pabellón. Es una faceta aún razonable. Pero el de Melbourne pierde encanto cuando se acerca a los resbaladizos terrenos de Ed Sheeran, con el que incluso comparte devoción por tierras catalanas: si el pelirrojo rubricaba en su día la pieza Barcelona, Joy no quiere ser menos y se marca un Catalonia con ese inequívoco sabor de buen rollito, tan bienintencionado y agradable como, a la postre, insustancial.

 

La habilidad de George Ezra para las canciones mayúsculas y pegadizas aflora en Clarity, un single de libro que puede recordar, incluso bastante, a aquel exitosísimo Pumped up kicks (2010) de otros jóvenes encantadores y aseados, Foster The People. Vance Joy es un tipo decididamente brillante, aunque debería perder algo de timidez en la expresión. Wavelenght podría ser un guiño a la música india e incorporar un sitar con todas las consecuencias, pero prefiere contentar a todos los oídos y ahorrarles a algunos el sobresalto. Con un poco más de valentía, nos encontraríamos ante un disco muy brillante.

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