Da toda la impresión de que Xavier Calvet ha conseguido ser un hombre feliz, o eso se desprende escuchándole. Y, tal y como están las cosas, no podemos negarle mérito a esta sincera apuesta por el pensamiento positivo
. Se veía venir durante el tiempo en que estuvo al frente de Bullitt, banda con la que llegó a rubricar cuatro trabajos, y quedó muy claro en 2017 cuando, ya obrando en nombre propio, puso firma a esa colección titulada Firebird. En Crosswinds, el compromiso con el sol y la brisa es tan militante como para que uno de sus argumentos más seductores sea The sunlight brigade, un encantador medio tiempo con escobillas y un sorprendente tiento al autotune. Pero no hay intención aquí de reinventar nada, sino más bien de mimarnos el oído. Crosswinds es un disco directo, familiar y cariñoso, un acto de amor, un abrazo encantador que se concede sin condiciones previas. Incluye el cancionero que un hombre de alma californiana ha sido capaz de garabatear con las vistas mediterráneas de su cuartel general, Sant Feliu de Guixols, que tampoco deben de estar nada mal. Y supone el acercamiento más serio que se ha hecho desde territorio peninsular al universo de los Jayhawks; los de Gary Louris, naturalmente. El de Ohio habría aceptado de buen grado participar en Hard to believe it, que tiene el chisporroteo del mejor americana y hasta una segunda voz homologable a la de Karen Grotberg. Y no digamos ya Meet me in the crowd, con una guitarra acústica inaugural y una irrupción demorada de la batería que homenajea, si no calca, la maravillosa Save it for a rainy day. Xavier tiene apego por esos territorios familiares, y en ese sentido no es original, pero sí infalible. Como en la apoteosis de mandolina para Lost highway, como en ese canto de superación para un ser humano en la mediana edad que es The runner. Y que no cese nunca la carrera.

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