La fugacidad es uno de los grandes males de nuestro tiempo, hasta puede que de nuestras vidas, y acaso Juan Medina aspire con estos poco más de 35 minutos de música original a contribuir humildemente en la tarea de paliar esa sensación de vacuidad y evanescencia que tantas veces nos invade. No deja de ser una pretensión elevada y compleja, en vista de que la cultura del usar y tirar se nos ha metido en los tuétanos, pero Fugaz es un álbum con poso y recorrido, con vocación de pertenencia y pervivencia, con la suficiente sustancia como para dejarse impregnar por sus músicas en sucesivos recorridos. Y es, ante todo, un trabajo inesperado y la historia de un reencuentro con el que ya quizá no contase nadie, puede que ni siquiera su protagonista. Porque Medina orilla a Juanito Makandé, el personaje de trasfondo funk y canalla que encarnó durante los tres últimos lustros, para recuperar el amor por las seis cuerdas de la guitarra y abrazarlas con ánimo no necesariamente virtuoso, pero sí preciosista.

¿Crisis de los cuarenta? No podríamos descartar la hipótesis, pero en cualquier caso Fugaz representa una noticia alentadora. Juan conserva aliento y pulso flamenco, pero deja volar la imaginación y los dedos hacia otras orillas etéreas, límpidas y evocadoras. El suyo es un trazo fino, grato y ajeno a los rigores del patrón clásico, una excursión por territorios colindantes pero menos trillados por parte del gremio flamencólogo. Influye mucho en ese sonido más ecléctico el contrabajo bello y amable de Gal Maestro, lucidísimo en la introducción de una joya, Al Badawi, a la que también se incorpora el bueno de Twanguero, otro amigo de las filigranas sobre seis cuerdas. Y el paisaje se acerca incluso al soul cuando en la preciosa Nana para Coco y Luna acontece la irrupción inesperada del joven saxofonista alicantino Fran Ramos, otro muchacho llamado a protagonizar próximas alegrías. 

La voz quebradiza y profunda (gracias, Pepele Méndez), con poesía y sentío, reaparece en Mariposillas borrachas, un ejemplo de poética desconcertantemente bella. Y a Lea Lu, una cantante suiza muchísimo menos difundida aquí de lo que debiera, le compete insuflar la parte vocal de Henya, que muchos quizá no conocieran entre el repertorio de la jazzista californiana Gretchen Parlato. Otra mujer de currículo abrumador a la que en ningún caso deberíamos despachar con un sobrevuelo fugaz por su repertorio.

Medina no pretende atosigar, pero sí abrazarnos. Y ese es un botín lo bastante preciado, e infrecuente, como para que Fugaz merezca la pena.

Juan Medina estrena ‘Fugaz’ en la Sala Villanos de Madrid este jueves 16 de octubre

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