Teniendo en cuenta los estándares a los que nos tiene acostumbrados, un elepé doble que suma apenas 86 minutos de duración es tarea de poca monta para un coloso como Kamasi Washington. Sí, ya sabemos que los discos dobles suponen un ejercicio casi irracional en este mundo regido por los designios de los algoritmos y las ráfagas sonoras de 15 segundos, pero hablamos de un hombre que nos venía castigando con un silencio prolongado ya durante seis años (el triple Heaven and Earth se remonta a 2018) y que debutó con un álbum también triple, The epic, que casi doblaba en extensión al que ahora nos ocupa.

 

Y dicho todo lo cual: nada que reprochar ante la nueva constatación de que el saxofonista angelino opera desde otra galaxia, incluso cuando aplica criterios de, ejem, mayor humildad.

 

Porque Fearless moment parece un disco mesurado para sus cánones, exento incluso de los ingredientes corales y orquestales que habían subrayado algunas de las apoteosis previas, pero zambullirse en esta hora y media de música implica someterse al vértigo, el desconcierto y la emoción. Sobre todo en lo referente al primer CD, bastante más extenso que el segundo y definido por colaboraciones que sesgan el sonido hacia el hip hop de nueva generación y también hacia el funk del ilustrísimo veterano George Clinton.

 

La tensión argumental del álbum proviene de su gestación en pandemia y de que su escritura haya coincidido con el nacimiento de la primera hija del californiano, Asha, la chiquilla que aparece borrosa a su izquierda en la portada del elepé. La paternidad como catalizador de emociones es un tópico, pero también un factor propicio para la trascendencia y la metafísica: la alegría desbordante frente a la evidencia de que quienes nos suceden también nos sobrevivirán, en buena lógica, con mucho. Y en esa montaña rusa anímica transcurre el primer disco, mucho más urbano y agitado, hasta insospechado: Asha the first, seguramente el título nuclear, gira en torno a un mínimo motivo de apenas tres compases que la pequeña acertó a tocar en el piano cuando acababa de cumplir dos años.

 

El Kamasi más imperial, el de los desarrollos largos y sinuosos, tan solemnes como deslumbrantes en concepción y melodía, comparece en toda su dimensión cuando pasamos al segundo disco, de solo cuatro cortes pero mucho más extensos que sus antecesores. Interstellar peace es una fabulosa banda sonora sin película, Road to self conecta con la épica (¿recuerdan el título de The epic?) a lo largo de 13 minutos y Lines in the sand se vale de un coro clásico de góspel en torno al que Washington zigzaguea con su saxo endiablado a partir de los dos minutos y medio.

 

Los cierres, como de costumbre, son imperiales. The garden path, al final del primer disco, sirve como una exhibición de fuerza, un escorzo inverosímil con la vocación evidente de que nos quedemos petrificados. Y ese Prologue final incorpora a la fiesta al argentino Astor Piazzolla, nada menos, aunque acelerado y washintonizado hasta convertir el original en casi imperceptible. Cosas que pasan cuando Kamasi Washington decide ponerse manos a la obra: un espectáculo.

2 Replies to “Kamasi Washington: “Fearless movement” (2024)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *