Lo de Sam Blasucci y Clay Finch no es una alianza, sino poco menos que una simbiosis. Porque Mapache no se conforma con ejercer como un tándem musical: sus artífices son compañeros de vida. Por eso el dúo nos transporta en este segundo trabajo hasta las puertas mismas de su casa: el título coincide con la dirección postal angelina, la portada se corresponde con la escalinata de acceso a la vivienda y hasta uno de los integrantes no ha tenido tiempo ni de calzarse, símbolo manifiesto de cotidianidad, de mirada de privilegio a un espacio íntimo y privado.
Así son las costumbres en la calle Liberty, qué mejor nombre para un microcosmos en el que reina una complicidad tan consolidada. Produce hasta envidia asistir a una alianza artística y vital en la que sus artífices ejercen como prolongación el uno del otro. Clay y Sam se conocen desde los primeros tiempos de la universidad, compartieron afición por el skate y ahora viven, cantan, componen y respiran juntos. Y pagan juntos el alquiler, aunque no están solos: muy acorde con ese espíritu cómplice y libertario, hay otros compañeros de piso en Liberty, pero todos son músicos y asoman de alguna u otra manera por esta colección. Un álbum, casi sobra decirlo, de grabación casera. Por supuesto.
La tentación más inmediata consiste en equiparar a Blasucci y Finch con una versión actualizada y Phil y Don Everly. Y la referencia sin duda sirve para orientar una primera escucha, pero conviene matizar que en nuestro dúo presente no hay margen para las rivalidades ni las rencillas, y que agregan al menú country-folk el elemento específico de su gusto transfronterizo. Hasta tres temas originales asoman aquí en castellano, aprovechando los meses en que Blasucci residió en la ciudad mexicana de Saltillo.
Esa incursión transfronteriza acaba erigiéndose en el ingrediente más diferenciador y adorable del álbum, porque tanto Me da muerte como Me voy p’al pueblo son títulos encantadores que se adhieren a la memoria con extraordinaria libertad. Pero, de vuelta a tierras californianas, el espíritu hippy está presente en cada paso de una pareja que, no en vano, había formado una banda de homenaje a Grateful Dead en sus años mozos. Liberty Street Blues tiene ese aire perezoso de Crosby, Stills & Nash bajo el prisma de los primeros Fleet Foxes, Cowboy acepta de muy buen grado la herencia de Gram Parsons y la sensacional Cactus flower aporta, ya puestos, un adorable violín a cargo de Sara Watkins, la integrante de Nickel Creek. Creíamos que no encontraríamos amigos tan estrechos como Erik y Erlend, los noruegos de Kings of Convenience. Pues bien: Clay y Sam les superan a la hora de formular su propia “declaración de dependencia”.