Aquel 1989 fue el momento de la gran encrucijada para Marillion, la ocasión ineludible para cruzar dedos, contener la respiración y hasta cerrar los ojos hasta comprobar qué acabaría sucediendo con el quinto LP de la banda. Porque la existencia misma de este coloso del rock sinfónico se tambaleó ante el repentino portazo de su primer y carismático jefe de filas, Fish, que, tras encabezar aún la tripulación en el poderoso Clutching at straws (1987), prefirió seguir el camino por su cuenta con Vigil in a wilderness of mirrors (1989), publicado casi a la vez que sus excompañeros recomponían la alineación con Steve Hogarth, entonces un perfecto desconocido entre el gran público.
Ahora esta reedición, enriquecidísima con un doble cedé en directo de 2022 y un blue-ray con toneladas de maquetas, versiones primerizas, tomas alternativas y caras B, arroja toda la luz necesaria sobre aquel punto de inflexión decisivo, el momento en que todo el edificio de Marillion pudo saltar por los aires y, sin embargo, acabó apuntalándose y afianzando una carrera plenamente vigente 35 años después, en un ejemplo de longevidad insólito para las huestes progresivas y del rock en general. Y buena parte de esa naturaleza perdurable se cimenta en las excelencias de aquel Seasons end accidentado pero, en última instancia, particularmente hermoso y duradero en la memoria.
La singularidad, el talento y el carisma recaían en la figura de Fish, por lo que su fuga parecía emparejada con los peores augurios. Pero sucedió que una parte no pequeña de los contenidos de Seasons end ya estaban esbozados en el momento de la deserción. Y aconteció que Hogarth, proveniente de la pequeña banda How We Live, al menos no llegaba con un cuadro asociado de egolatrías y problemas derivados del consumo de sustancias muy poco saludables. El apasionante libreto de 64 páginas que acompaña a esta edición definitiva detalla con minuciosidad aquel endemoniado proceso de selección para encontrarle un sustituto a Fish, y especifica incluso algunos de los nombres relevantes –Stu Nicholson, Alan Reed, Christy Dignam, Carl Sentance y hasta un par de coristas de Cliff Richard– que desfilaron por los cuarteles generales de Marillion y gozaron de posibilidades razonables de hacerse con la anhelada vacante. Pero Hogarth emergió sin padrinazgos ni intermediarios, a través de una casete enviada a la oficina de la banda. Los músicos, con el guitarrista Steve Rothery a la cabeza, percibieron en él un cierto aura del primer Peter Gabriel, el de los tiempos de Selling England by the pound al frente de Genesis. Y hasta llegaron a la conclusión, después de echarle un vistazo a la fotografía con la que acompañó su maqueta, que parecía un tipo atractivo y con buena planta como para situarse en el centro del escenario.
A veces, bien se ve, las alineaciones de planetas acontecen. Y Seasons end, que parecía condenado a la condición de “disco de transición”, de obra menor y tambaleante a la espera de que el nuevo capital humano se afianzara, regresa hoy a nuestros oídos y memorias como una de las grandes obras maestras del rock progresivo tardío.
Porque había en aquel nuevo universo del quinteto de Buckinghamshire la suficiente esencia original, pero también la perspectiva renovada que aportaron piezas como la lírica y preciosa Easter, mucho más acústica que eléctrica (además de comprometida con la paz en la entonces aún muy turbulenta Irlanda del Norte), o la inusual apuesta por el sosiego que alumbra After me, que de hecho fue omitida en la tirada original en vinilo. Quedará siempre la sospecha de que Hooks in you, un corte de rock robusto que no parecía muy representativo del resto del álbum, fue una mala elección como primer sencillo. Pero pervivirán The king of sunset town (sobre la tragedia de Tiannamen), Berlin o el tema central como algunos títulos indispensables en el canon histórico de la banda.
Y ahora disponemos en esta edición, además, de la lectura íntegra en directo que el grupo materializó en el De Monfort Hall de Leicester, uno de sus escenarios fetiche, el 29 de mayo de 2022, con la inclusión en el repertorio de The release, en origen relegada a la condición de cara B para Easter. Esa emocionante tradición en Marillion de recrear en directo sus álbumes al completo adquiere aquí refrendo fonográfico con una versión más musculosa y decidida que la de 1989. Y el complemento, en el tercer CD, de dos de esos originales mastodónticos, en torno a los 20 minutos cada uno, que solo sobre el escenario adquieren toda su épica y elocuencia: Gaza (de Sounds that can’t be made, 2012), por desgracia más necesaria que nunca, y The leavers, esa suite en cinco movimientos que deslumbró en FEAR, allá por 2016.
Mucho que escuchar, recuperar y redescubrir, en definitiva. Y nuevos significados que ir aprehendiendo en ese universo de ambiciones y compromisos que, bajo el epígrafe de Marillion, suma cuatro décadas largas de vigencia sin indicios, por ahora, de desfallecimiento. Y ojalá que dure.
Marillion es un claro ejemplo de grupo al que la industria musical ignora de manera muy injustificada y casi cruel. Sorprende en un grupo con una carrera tan coherente y mantenida en el tiempo: son más de 40 años publicando discos con regularidad y haciendo giras. Muchos dirán que cuando Marillion empezó (en 1982) el rock sinfónico ya estaba pasado de moda, lo que llevaría a pensar que toda su carrera es anacrónica. Pero es evidente que esto no es así: el rock progresivo tiene su público, por mucho que tuviera su época dorada en los ya lejanos 70 y por mucho que la crítica musical nos haya vendido la idea de que el punk y la Nueva Ola irrumpieron para enterrar la grandilocuencia y los excesos de las huestes progresivas.
Luego está el asunto Fish: muchos desprecian todo lo que ha hecho Marillion a partir de 1989. Es cierto que el grandote escocés aportaba un carisma y unas letras francamente inspiradas, pero encajaba mal con unos tipos tranquilos, poco dados a borracheras y broncas. Hogarth aportó estabilidad al grupo y Seasons End fue el resultado: un discazo. El estilo del grupo quizá se suavizó, se hizo más etéreo y menos deudor de los Genesis de Peter Gabriel que en la época de Fish. Coincido en que “Easter” es una gran canción, muy emocionante. Y me gusta mucho “The king of Sunset Town” abriendo el disco con una sonoridad asombrosa. Gracias, Fernando, por hablar de uno de mis grupos favoritos, del que prácticamente ningún medio habla.
Un análisis completísimo y muy atinado el tuyo, Félix. Mil gracias por leer, escribir y compartir impresiones.