Puede que no esperásemos ya a estas alturas un álbum de Porcupine Tree, casi 13 años después de The incident (2009). Es más: puede que ni siquiera lo necesitásemos, teniendo en cuenta la hiperactividad desarrollada por Steven Wilson con una carrera en solitario vasta, prolífica, excitante y en permanente ebullición. A sus antiguos compañeros de pupitre tampoco les ha faltado trabajo en estos últimos tiempos, así que parecía imposible que encontraran hueco en las agendas para una reunificación sobre la que nunca se habían pronunciado con nitidez. Y, de repente, la conmoción: llevaban un año reuniéndose en secreto y urdiendo por su cuenta este Closure / Continuation que suena a festín, pero no a obra definitiva. Y eso tampoco es mala cosa: habrá más, o al menos debería haberlo.
La banda es ahora trío, puesto que Wilson ha decidido asumir también las tareas como bajista de Colin Edwin y afilar más el resultado. C/C ejerce sobre todo de eclosión experimental, porque ni el líder ni sus dos imprescindibles aliados, el batería Gavin Harrison (director musical de King Crimson e integrante de los otros sinfónicos estelares de los noventa, The Pineapple Thief) y el teclista Richard Barbieri (aliado frecuente de Steve Hogarth, el descomunal cantante de Marillion), tienen que atenerse a normas, expectativas ni, sobre todo, mesuras. Por eso es tan excitante someterse a sus designios, afrontar la avalancha de un álbum en el que sucede de todo, y casi todo particularmente bueno.
Lejos de un hilo estilístico conductor, esta tripleta de atacantes renuncia a cualquier estrategia defensiva e irrumpe a bocajarro con Harridan, lo más fiero del nuevo lote, un delirio que parece apostar por el funk pero desemboca enseguida en el metal. En contraste, dos de los siete cortes se escoran hacia la faceta más sosegada con un gusto extraordinario tanto en Of the new day como, sobre todo, Dignity, planeante como los mejores Pink Floyd y con un toque de psicodelia galáctica que no desagradaría a Bowie. Entre medias, Rats return parece concebida para poner a prueba la capacidad de nuestros altavoces –y la de nuestros vecinos de portal– y reventarnos los tímpanos de pura excitación progresiva.
Para la ortodoxia del género queda un cierre como mandan los cánones, ese Chimera’s wreck que ronda los 10 minutos para desarrollar una estructura acumulativa, laberíntica y maravillosamente enrevesada, con pasajes que habrían abrazado sin pestañear tanto Yes como Gentle Giant en sus años más prósperos. Sirve para contrastar con el toque más electrónico y cosmopolita de Walk the plank, que ejerce casi de aviso para navegantes: estos tres diablillos acumulan demasiadas ideas en la cabeza como para que resulte predecible una obra nacida de sus largas puestas en común.
Así pues, C/C tiene algo de zarandeo emocionante y vertiginoso, de reto para el oyente predispuesto a quedarse sin asideros, a chute de adrenalina en vena. No se viralizará, desde luego, pero deja con ganas de que los viejos amigos encuentren excusas para abordar nuevas travesuras a tres bandas.
Me levanto y me pongo a revisar mails con un rico mate (bebida argentina a base de hierbas), OHHH ¿qué pasa acá? Un mail de Fernando con “Porcupine Tree” en el asunto. Fui directo a ese mail.
Había visto en las redes de la banda que estaban en algo, pero no esperaba un disco hoy, bueno tampoco durante el 2022.
Discaso!!! Excelente reseña!!! y acá sigo, son las 4 de la tarde y sigo escuchando este disco una y otra vez.
“… de Steve Hogarth, el descomunal guitarrista de Marillion)”.
Rothery, Hogarth es el cantante.
Perdón por la corrección y muchas gracias por la reseña de este disco inesperado que parece buenísimo.
¡Evidentemente! Gracias por avisar del lapsus, Ángel. Corregido. Muy amable 🙂