Puede que el nombre de Session Americana no les resulte familiar a muchos, y para ello hay al menos un par de buenas explicaciones. La primera es la elección frente a la pila bautismal, tan plana y genérica, que les habrá resultado seguramente nefasta para esta era de Google. Y la segunda y más significativa es que el propio sexteto lleva en su acta fundacional el muy firme propósito de darse muy poca importancia. Pero no se fíen de las apariencias: después de dos décadas de actividad mucho menos circunstancial de lo que pudiera parecer, y con un nada desdeñable bagaje de nueve álbumes a las espaldas, a estos devotos de las sesiones improvisadas hay que tomárselos mucho más en serio de lo que pueden sugerir las apariencias.
Esta generosa antología –16 cortes, más de 70 minutos de música– no solo hace las veces de balance provisional, sino que sirve también como acto de justicia y aviso para navegantes. Aquí no nos encontramos solo a un puñado de amigos con extensos currículos que se juntan para echar el rato y compartir risas y cervezas (Beer town es uno de sus himnos peculiares, pero está lejos de ser lo mejor de la colección), sino a unos tipos sabiondos, concienzudos y libertinos que saben conjugar la sabiduría y el goce para hacer un repaso brutal por el abecedario de la música campestre. Con mucho de bluegrass y de honky tonk, abundantes trazas de country y blues, y hasta algún guiño jazzístico para redondear la jugada. Porque 11 de las 16 canciones son de autoría propia, pero entre las versiones figura la maravillosa You always hurt the one you love, en origen proveniente del repertorio de los Mill Brothers en la década de los cincuenta.
Cuesta creer que una banda de semejante empaque naciera casi de manera accidental en el Toad, un garito de Cambridge (Massachusetts) que acogió las primeras actuaciones de los Session como un pasatiempo para audiencias fácilmente estimulables en horarios crápulas. El espíritu de las jam sessions pervive en la facilidad con la que el grupo intercambia papeles y voces cantantes, pero hablamos de tipos experimentados y virtuosos, con abundancia de mandolinas y banjos en su arsenal sonoro, pero también de violines, acordeones, buzukis, armónicas y hasta algunos arreglos para trompeta o clarinete. De ahí la solvencia y el encanto que emana de esta colección adorable: puede que Texas no sea el estado más glamouroso de la Unión, pero It’s not Texas (en origen en el álbum Pack up the circus, de 2015) se antoja sensacional.
El armonicista Jim Fitting, habitual en distintas etapas de The The o Bonnie Raitt, ejerce a menudo como piedra angular, pero otros integrantes acreditan trabajos junto a Josh Ritter o The J. Geils Band en sus currículos. De ahí que sea tan apetecible la idea de atrapar a Session Americana sobre los escenarios, una sensación que corroboran los tres temas en directo de esta antología: ese público que ríe, corea y jalea Doreen se lo debía de estar pasando en grande.