Igual hay alguno, pero no acaban de venir a la cabeza antecedentes para explicar esta aventura de The Shins, una banda que acostumbra a ser diferente y esta vez logra serlo aún más. James Mercer coge su disco del año pasado, “Heartworms”, y lo voltea de cabo a rabo: el orden de las canciones es el inverso y los tratamientos de sus 11 títulos, radicalmente distintos. En general, las baladas se convierten en piezas animadas, y al revés. Tal vez suene a capricho, a ejercicio estilístico, a entretenimiento; quizá lo sea, de hecho. Pero también los antojos pueden resultar fascinantes. Sobre todo, porque los estos muchachos se obligan a devanarse los sesos y, de paso, avalan la robustez de un material que a lo largo de 2017 quizá no obtuvo toda la atención merecida. Algunas transformaciones son asombrosas. El tema que abre ahora la colección (y que antes la cerraba), “The fear”, se convierte en un homenaje a Velvet Underground. “Heartworms”, el tema titular, suena esta vez ligero, frívolo, divertido, incluso un pelín petardo. Como “Fantasy island”. Y “Dead alive” gana en solemnidad hasta volverse poco menos que un homenaje a Radiohead. Quizás la metamorfosis ‘reggae’ de “Half a million” parezca más impostada, pero “Rubber ballz” se erige en fabulosa orfebrería acústica, una preciosidad ante la que él mismo Sufjan Stevens no dudaría en alzar sus pulgares. El travestismo del repertorio es tan severo que surgen algunas preguntas fascinantes. ¿Qué versiones son ahora las referenciales o definitivas? ¿Cuáles deberíamos esperar en un concierto? ¿Podemos cambiarle el traje a cualquier canción, o solo a las muy buenas? Estas 11 lo son. Mucho. Esa parece la única conclusión clara.