La cordobesa Mercedes Mígel Carpio sigue yendo a su aire y por libre, a pesar de que la clarividencia de ese espíritu vehemente le siga granjeando incomprensiones o análisis incompletos y precipitados. Porque lo mollar en su figura desde luego no es su circunstancial, efímera y ya muy lejana participación en aquel espectáculo televisivo para téoricos jóvenes talentos en el que, por personalidad y espíritu independiente, estaba predestinada a no comerse ni un colín, sino en la solidez y envergadura de unas páginas que no han dejado de crecer en intensidad y vigor, hasta completar esta vez, de hecho, una cara A sencillamente memorable.
Más allá de su loable –y casi temeraria– reivindicación del formato físico con ediciones virgueras, que en esta ocasión incluyen un juego con cerillas y material ignífugo que tampoco hay mayor necesidad de llevar a la práctica, Vega se ha afianzado tan por encima del nivel compositivo e interpretativo de casi todos sus compañeros y compañeras de generación que cualquier otro diagnóstico bordea la negación de la evidencia. Lo comprendemos bien en cuanto escuchamos Si los árboles bailan, una idea poética y hermosa que se desarrolla con cambios de ritmo, escenarios y perspectivas, que encierra en sus tres minutos y medio más música que muchos discos a lo largo de tres cuartos de hora. Y lo avalan la bella rendición amorosa de Incondicional, la corajuda Leviatán, el lirismo deslumbrante de Crisantemos y, sobre todo, la excepcional De otro planeta, un manifiesto de complicidad, admiración y entrega al prójimo que solo puede emocionarnos como uno de los grandes hitos del pop español de la temporada.
Vega acredita ya una carrera extensa y siempre en los márgenes, un ejercicio tan sincericida que la ha convertido no en “mirlo blanco”, como el título de su anterior trabajo, sino en rara avis. Y en Ignis confluyen el pundonor, la clarividencia y la rabia contenida, esa que propicia frases como “Tan viril, tan pueril que estás… jodiendo todo” en la también espléndida Cristal oscuro. Y todo ello en un pop-rock de envoltorio clásico e inteligente, inspirado explícitamente en Iván Ferreiro (del que se menciona En el alambre, de su Trinchera pop, como espoleta creativa de todo el álbum) y nada lejos de Amaral, un trono del que, por calidad en la escritura y rango, color y matices vocales, se convierte aquí en heredera destacada.
En Ignis se asumen decisiones de calado, y todas parecen afortunadas. Desde luego, la elección del sabio Ricky Falkner como productor, que dota el conjunto de una profundidad que no alcanzaba del todo Kike Fuentes. Y el desapego hacia la fórmula del goteo de adelantos para crear expectación de cara a la edición del álbum. Ignis ha llegado a nuestras manos de golpe, sin sencillos previos, y esa declaración de amor hacia el elepé como formato de referencia es de una franqueza y un compromiso conmovedores. Un motivo más para abrazar la causa de Vega: siempre por libre, ya lo decíamos, pero cada vez más esencial.