Wet Leg nació en plena pandemia en la normalmente aburguesada y aburrida isla de Wight para convertirse en la «próxima gran cosa» del rock independiente británico, una revolución que confirmó su fulgurante debut, Wet Leg (2022), y que ahora esta segunda entrega refrenda de manera clamorosa. Con el dúo femenino inicial expandido oficialmente a la condición de quinteto mixto, la banda sigue siendo incisiva, divertida, sardónica y provocadora, aunque en este caso también hay margen, ay, para hablar de amor. Sin grandes traumas, pero con margen para la incertidumbre y la tortura.

En lo musical, el tándem que originalmente integraban las soberbias Hester Chambers y Rhian Teasdale conserva el gusto por el rock afilado y hasta un punto chulesco, rico en guitarras bullangueras, bajos gordinflones y adictivos y esos teclados que a veces rellenan armónicamente pero otras se dedican a ulular como si fueran sirenas portuarias (CPR, el contundente título de apertura, es un buen ejemplo). El incremento de la alineación titular agranda y endurece el sonido como norma general, pero también hay momentos de inflexión sentimental, como en la arrebatada Pond song o en el ensueño que envuelve Liquidize.

Con todo, las guitarras, la actitud casi punk y el sentido del humor acaban ganando siempre la partida en un álbum a menudo juguetón (Pokémon) pero también iracundo, como ese fiero Catch these fists que relata una situación de acoso a la mujer en un garito nocturno. Rhian Teasdale incorpora el ingrediente de su primera relación en clave queer, lo que siempre implica enriquecer perspectivas y temáticas, pero la (media) sonrisa siempre es una buena aliada de la banda. En particular si con Davina McCall nos encontramos esta mención a una musa del feminismo universal y transgeneracional: «Yo seré tu Shakira, whenever, wherever«.

Con ese sonido noventero que se mira en el espejo de Pixies, pero con la mirada firme que ya cimentó Blondie muchos años atrás, el universo riquísimo y entrañablemente altivo de estas dos jóvenes se afianza con la producción expeditiva de Dan Carey (búsquenlo en los álbumes de Goat Girl o Fontaines D.C.), pero sobre todo con un repertorio que no da respiro ni deja margen al descanso. Casi todo es aceleración y shoegaze (Jennifer’s body, Don’t speak) hasta que desembocamos al final del todo en la balada (11:21) y ese epílogo doméstico, festivo y cantarín que es U and me at home. Moisturizer es un álbum disfrutón y con enjundia: de lo mejor que pueden ofrecernos ahora las jóvenes y efervescentes nuevas generaciones británicas.

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