Hace justo un par de décadas, cuando alguno de los principales oráculos de la crítica jazzística en España tuvo entre sus manos un ejemplar de Babel de sons (2001), estreno en solitario del entonces veinteañero Abe Rábade, ya pudo avisar a quienes tuvimos la suerte de escucharlo: debemos memorizar de inmediato este nombre. Sorte constituye, 20 temporadas más tarde, el decimocuarto álbum rubricado por el pianista y compositor compostelano, y corrobora la pertinencia de aquel aviso para exploradores sonoros: Abe es, ya sin margen para la duda, uno de los grandes en la escena peninsular y europea.

Sorte apuntala ese formato de trío, junto al contrabajista Pablo Martín Caminero (al que hace poco retratábamos aquí como escudero de Pablo Suárez) y el batería Bruno Pedroso, en el que Abe se siente lozano y estiloso como quien sale de la sastrería con el traje a medida. Ninguno de los tres quiere abrumar, avasallar ni sobresalir, ni siquiera el propio Rábade, autor finísimo que nunca fía sus bazas a la sobreabundancia de semicorcheas. Es mucho mejor disfrutar de su escritura, siempre muy europea (¿Esbjörn Svensson?) pero impregnada de salitre atlántico. Y con títulos en gallego, para acentuar el poder de la evocación.

La singularidad de este trabajo radica en su original concepción como cuatro grandes suites (Sorte mística, Sorte épica, Sorte íntima y Sorte lúdica) subdivididas cada una en tres partes o movimientos; uno de ellos, casi siempre, una transición de dos minutos escasos. La apertura de Orballo (en la tripleta mística) es sensacional, igual que ese Fluido que se vuelve circular y embrujado en sus reiteraciones. Pero hay otros episodios extraordinarios, como la incursión en la clásica contemporánea que sugiere Travesía cuando Martín Caminero empuña el arco o ese Desexo que se simboliza con un repiqueteo de notas a modo casi de latido.

Y así hasta llegar al toque liviano, risueño, esperanzador de esa Amencida (“Amanecer”) que, no por casualidad, surge al comienzo de la terna lúcida, el último cuarto del trabajo. 14 discos después y en la plenitud de sus 43 años, Abe Rábade solo puede ser tenido por referente.