Con seguridad, nadie incluiría a Curiosity Killed the Cat entre las cinco o diez bandas de su vida, pero la perspectiva y la distancia permiten encontrar enjundia donde al principio pensamos que solo existía algún destello circunstancial. Merece la pena ser benévolos: estos chavales no hicieron historia, pero tenían encanto, personalidad, estilazo. Y algunas canciones mucho menos perecederas de lo que los practicantes del desdén estarían dispuestos a conceder.

 

Durante algún tiempo de aquella segunda mitad de los ochenta pareció que CKTC se convertirían en un fenómeno de masas, pero no pasaron de erigirse en una formulación perfecta sobre la teoría de los 15 minutos de fama. Para mayor ironía, el vídeo de Down to Earth, uno de los éxitos que aún hoy es reconocido y recordado, fue uno de los últimos trabajos que tuvo tiempo de rubricar… ¡Andy Warhol! Curiosity parecían llamados a liderar una segunda generación de “nuevos románticos”, tras el efímero apogeo de ABC, Haircut 100 o Spandau Ballet un lustro atrás. Para más inri, los cuatro eran manifiestamente guapos y coquetos (¿no sería la viserita del cantante, el querúbico Ben Volpeliere-Pierrot, la gran inspiración para el estilismo de Lisa Stansfield?), lo que los convertía en un esbozo de boy band, siquiera involuntaria.

 

La belleza, bien lo sabemos, es un mero espejismo, una bendición efímera que los dioses reparten entre unos cuantos. Pero hoy aún quedan las entrañables hechuras soul-funk para todos los públicos, el recuerdo de las docenas de veces que escuchamos Misfit (amantes de trivia: Warhol protagonizaba un cameo en el vídeo), el homenaje a Sade que siempre nos pareció Free, el otro gran éxito masivo que nos perdimos con Ordinary day. Pocas bromas: detrás de la mesa de mezclas se encontraba Stewart Levine, ese productor refinado que acababa de tallar el diamante en bruto de Mick Hucknall como líder de Simply Red y que incluso había relanzado a Joe Cocker, después de muchos años a tientas, con aquel Up where we belong.

 

A otras bandas les pasó algo parecido por entonces: al igual que CKTK, en Johnny Hates Jazz disponían de otro guaperas seductor al frente y Living in a Box se habían dado a conocer con una canción homónima, ¡justo como Volpeliere-Pierrot y sus compañeros! Las tres formaciones asomaron, emitieron prometedores destellos, acapararon unos pocos titulares, soñaron con que tu hermana se comprase algún póster… y se desvanecieron.

 

En 2018, una bonita caja rescató este Keep your distance junto a su sucesor, Getahead (1989), infinitamente mejor de lo que puedas recordar (hay dos temas junto a Allen Toussaint, mucho ojito) y dos discos adicionales de remezclas, maquetas, versiones alternativas y rarezas varias. Que nadie sienta la menor mala conciencia por redescubrirlos con una sonrisa en los labios.

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